Decía Bruce Lee hablando del Jeet Kune Do, el arte marcial que desarrolló: "usa sólo lo que funciona, y tómalo de cualquier sitio donde lo encuentres". Él lo decía en el contexto de las artes marciales, pero, apropiadamente, me vale a mí para entroncar la filosofía de vida que he ido desarrollando hasta el presente.
Esta máxima tiene dos caras: el desprenderse de todo lo que no es la parte principal de una ideología, religión o paradigma moral; y el deshacerse de prejuicios acerca del origen de una idea, virtud o valor. En el primer caso, significa que no me interesa seguir rituales, dogmas o tabúes de ningún tipo de ideología (voy a usar este término para referirme a religiones y filosofía también) en particular. En el segundo, que del mismo modo no tengo por qué prejuzgar a una ideología en particular por sus rituales, dogmas o tabúes, y que detrás de estos se pueden encontrar verdades o al menos ideas que son ciertas para mí. El hecho de que muchas ideologías coincidan en ciertos valores, simplemente, habla de la universalidad de estos valores.
Por ello, y sobre todo en los últimos 10 años (en los que he comenzado mi vida adulta, fuera de mi casa y mi ciudad, he convivido con gente de muchos sitios y he empezado a trabajar), he encontrado ideas o valores que he hecho míos en sitios tan diversos como la Biblia, la película Jesucristo Superstar, las canciones de Rosendo Mercado, películas de Hollywood, las palabras de un hindú desdentado en Benarés, la obra de Herman Hesse, La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes, los tuits del Dalai Lama, la Crítica de la razón práctica de Kant, y por supuesto discusiones con mis amigos, mis suegros, Iris y mis padres.
Mis conclusiones son muchas, algunas a medias y todas muy difíciles de explicar porque son bastante abstractas, pero creo que son intuitivas. Por ejemplo, lo que más mola del cristianismo es el concepto del amor y el perdón (basado en este amor).
Antes de que mis lectores más anticlericales se pongan nerviosos, tengo que recordar las palabras de Sabina en Como te digo una co te digo la o: "no hay que ser muy lista; pa mí Jesucristo ¡el primer comunista!". De las (comúnmente aceptadas) enseñanzas de Cristo a lo que es hoy en día el complejo episcopal hay todo un mundo, aunque esto no tiene que servirle a uno para precisamente pecar de ignorante y tomar a todos los cristianos por crédulos, faltos de criterio o hipócritas, o lo que quiera que se les achaque comúnmente. Cada persona es un mundo y ser cristiano es como ser heavy: hay quien lo es, hay quien no lo es, si lo eres vas a hacer gestos con los dedos a un tío que canta y si no, no tienes por qué prohibírselo. Once años conviviendo con una católica, por supuesto, han hecho que mi punto de vista a este respecto cambie, cómo no.
El amor por todas las cosas así como el amor a la humanidad en todos, es algo común al credo cristiano, a la socialdemocracia, al budismo y a Kant, por poner unos ejemplos. El amor es la razón última del perdón, la justicia, la tolerancia, la generosidad y la curiosidad (amor por las cosas nuevas), pero también del orgullo, el esfuerzo, el honor, la unidad y la paz.
El amor, bien entendido, también es hacia uno mismo, pero precisamente por amarme a mí mismo trato de ser exigente conmigo, no indulgente. Es decir, trato de ser suficientemente bueno como para estar orgulloso, como para poder mirar a la persona que soy y que me satisfaga, no me avergüence. Por eso trato de ser sincero y de no adornar la verdad aunque juegue en mi contra, o por eso trato de reconocer cuándo me he equivocado y pedir perdón. Y os adelanto que no siempre lo consigo, ya que esto es mi ideal de comportamiento y no la santidad divina que fluye por mis venas privilegiadas.
Amarse a uno mismo significa decirse la verdad y decir la verdad a los demás, sin temer las consecuencias. No sin pensar en ellas, ni siendo un capullo grosero, pero sí teniendo presente que la mentira es incontrolable, que no necesariamente arregla nada, y además es mentira.
Me gustaría seguir escribiendo, pero me comunican que se me ha acabado el tiempo. Hasta aquí nuestro programa de hoy. Volveremos otro día, con más pero no mejor, porque no me atrevo a asegurarlo.
TOO LONG, DIDN'T READ: "Actúa siempre de modo que tomes a la Humanidad, tanto en otros como en ti mismo, como fin y no como mero medio" -- Inmanuel Kant
Esta máxima tiene dos caras: el desprenderse de todo lo que no es la parte principal de una ideología, religión o paradigma moral; y el deshacerse de prejuicios acerca del origen de una idea, virtud o valor. En el primer caso, significa que no me interesa seguir rituales, dogmas o tabúes de ningún tipo de ideología (voy a usar este término para referirme a religiones y filosofía también) en particular. En el segundo, que del mismo modo no tengo por qué prejuzgar a una ideología en particular por sus rituales, dogmas o tabúes, y que detrás de estos se pueden encontrar verdades o al menos ideas que son ciertas para mí. El hecho de que muchas ideologías coincidan en ciertos valores, simplemente, habla de la universalidad de estos valores.
Por ello, y sobre todo en los últimos 10 años (en los que he comenzado mi vida adulta, fuera de mi casa y mi ciudad, he convivido con gente de muchos sitios y he empezado a trabajar), he encontrado ideas o valores que he hecho míos en sitios tan diversos como la Biblia, la película Jesucristo Superstar, las canciones de Rosendo Mercado, películas de Hollywood, las palabras de un hindú desdentado en Benarés, la obra de Herman Hesse, La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes, los tuits del Dalai Lama, la Crítica de la razón práctica de Kant, y por supuesto discusiones con mis amigos, mis suegros, Iris y mis padres.
El Dalai Lama está ahí ahí con mi abuela Mimí en el ranking de octogenarios modernos |
Antes de que mis lectores más anticlericales se pongan nerviosos, tengo que recordar las palabras de Sabina en Como te digo una co te digo la o: "no hay que ser muy lista; pa mí Jesucristo ¡el primer comunista!". De las (comúnmente aceptadas) enseñanzas de Cristo a lo que es hoy en día el complejo episcopal hay todo un mundo, aunque esto no tiene que servirle a uno para precisamente pecar de ignorante y tomar a todos los cristianos por crédulos, faltos de criterio o hipócritas, o lo que quiera que se les achaque comúnmente. Cada persona es un mundo y ser cristiano es como ser heavy: hay quien lo es, hay quien no lo es, si lo eres vas a hacer gestos con los dedos a un tío que canta y si no, no tienes por qué prohibírselo. Once años conviviendo con una católica, por supuesto, han hecho que mi punto de vista a este respecto cambie, cómo no.
El amor por todas las cosas así como el amor a la humanidad en todos, es algo común al credo cristiano, a la socialdemocracia, al budismo y a Kant, por poner unos ejemplos. El amor es la razón última del perdón, la justicia, la tolerancia, la generosidad y la curiosidad (amor por las cosas nuevas), pero también del orgullo, el esfuerzo, el honor, la unidad y la paz.
El amor, bien entendido, también es hacia uno mismo, pero precisamente por amarme a mí mismo trato de ser exigente conmigo, no indulgente. Es decir, trato de ser suficientemente bueno como para estar orgulloso, como para poder mirar a la persona que soy y que me satisfaga, no me avergüence. Por eso trato de ser sincero y de no adornar la verdad aunque juegue en mi contra, o por eso trato de reconocer cuándo me he equivocado y pedir perdón. Y os adelanto que no siempre lo consigo, ya que esto es mi ideal de comportamiento y no la santidad divina que fluye por mis venas privilegiadas.
Amarse a uno mismo significa decirse la verdad y decir la verdad a los demás, sin temer las consecuencias. No sin pensar en ellas, ni siendo un capullo grosero, pero sí teniendo presente que la mentira es incontrolable, que no necesariamente arregla nada, y además es mentira.
Me gustaría seguir escribiendo, pero me comunican que se me ha acabado el tiempo. Hasta aquí nuestro programa de hoy. Volveremos otro día, con más pero no mejor, porque no me atrevo a asegurarlo.
TOO LONG, DIDN'T READ: "Actúa siempre de modo que tomes a la Humanidad, tanto en otros como en ti mismo, como fin y no como mero medio" -- Inmanuel Kant
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