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martes, 15 de enero de 2013

DEP Chuky

Jesús López Díez, Chuky, excéntrico profesor de Vibraciones de mi escuela, fue intervenido de urgencia la semana pasada de un tumor cerebral. Acudió a urgencias por encontrarse mareado y lo pasaron al quirófano a toda velocidad, pero era tarde y no se despertó del coma. Murió ayer.

Entre mis compañeros hay muchos que lo recuerdan con cariño, y gozaba de fama de buena persona y agradable fuera del contexto de aquella asignatura. Era... singular, como decía mi amigo Álex ayer. Si tengo que quedarme con algo de él es que indudablemente era un extenso conocedor de la historia de España, en concreto la guerra de sucesión que mantuvo Isabel la Católica.

Descanse en paz.

P.D.: De todo esto me he enterado por mis compañeros y no por ningún medio oficial. Hoy, a las 12.45, la página web de la ETSIA no ha anunciado su fallecimiento. Y sin embargo no creo que se desconozca la noticia entre las autoridades pertinentes. Que a estas alturas no se haya publicado ni una mísera nota de prensa me parece una vergüenza.

Monopoly

El martes antes de volver a Vigo por Navidad pasé la velada en casa de Cazcarra y John Wayne (y Feliciano y Bolsón y Fran), con Diego y Artista (El Que Te Visita). Y hete aquí que en esta casa tienen un Monopoly de los años 70, que supongo que será del casero. Está en inglés y las calles que salen son de Atlantic City, Nueva Jersey, de donde es originario el juego.


Así que jugamos un par de partidas. En la primera, el afán de intercambio de calles para poder construir (puesto que no se puede edificar hasta que se controlen todas las calles de un mismo color) acabó con John reventando la partida en un abrir y cerrar de ojos. Y eso que no las tenía todas consigo.



Joooohn, que no sabe' lo que hace'!
Así que jugamos una segunda, con la premisa de no cambiarnos calles hasta que fuera imprescindible (por ejemplo, por tener que pagar una deuda). Esta partida fue considerablemente más interesante. John y Jaime construyeron unos hermosos emporios, Feliciano intentaba montar la zona cara (The Boardwalk, por cierto) y yo probé la estrategia alternativa de controlar las estaciones. Para los que no lo sepáis, controlar las cuatro estaciones produce el cuádruple de dinero que controlar sólo una, en caso de que alguien caiga en cualquiera de ellas. Además, no es necesario construir nada. Sin embargo, tampoco es una opción de futuro realista porque se gana mucho menos dinero que con una calle con todos los hoteles construidos; es más una ayuda para intentar ganar.

Claro que ese día tuve la suerte de mi vida y Feliciano cayó en las cuatro estaciones en dos turnos consecutivos. Sí, en dos turnos; al sacar un doble con los dados se vuelve a tirar. El resto de jugadores también estaban empeñados en coger el tren. Y por si fuera poco, esquivé constantemente la calle de la muerte en que Artista y John tenían construido todo. El 100% de las casas en el 100% de las calles. Entre ir a la cárcel, saltar de estación en estación y caer en las casillas de suerte (ganando dinero, encima) alargué la partida considerablemente. Si hubiera conseguido comprar la única calle que me faltaba para construir en el amarillo... Pero no, no cayó nadie en toda la partida y mi emporio ferroviario fue incapaz de aguantar ante los magnates del ladrillo. Eso sí, llegué a los 3500 dólares en mi punto culminante.

Esperanza Aguirre, me llamaron

lunes, 14 de enero de 2013

Caine's Arcade

Iris me ha pasado este vídeo, y yo quiero difundirllo. Un niño de 9 años de Los Ángeles que el año pasado se montó unas "máquinas recreativas" de cartón, en el taller de su padre... con todo éxito:




También existe una página web y un proyecto para ayudarle a costearse los estudios universitarios cuando le llegue el momento: http://cainesarcade.com

domingo, 13 de enero de 2013

CATIA loading

El martes tengo examen de CATIA. He estado practicando ensamblaje de productos:


Primero tengo que hacer las piezas una a una, cosa que en este caso no resultó difícil, salvo unas medidas de la base del conjunto. A continuación se les da unas restricciones para que encajen correctamente (concentricidad de ejes y contactos):

voilá

Y la anterior, que resultó un poco más complicada por ese tramo en U:

 



Actualización post examen: saqué un 10, jojojo.

miércoles, 9 de enero de 2013

India (5, Jodhpur)

Ha pasado una cantidad absurda de tiempo, lo suficiente para que hiciera un año de mi viaje a la India con mi hermana. Pero más vale tarde que nunca, ¿no?

El día que os contaba acabó con los hermanos Garabatos en un tren Ahmedabad-Jodhpur. Esta última ciudad, de tan sólo 300.000 habitantes, está situada en la región de Rajastán, que es bastante desértica y famosa por sus fortalezas (de los rajás, se conoce). Iris no vino con nosotros porque tenía una semana pletórica de trabajo. El tren era nocturno, nos valió ocho euros de nada y se dormía en literas de las cuales el compartimento tenía seis, ocupadas, además de por nosotros, por indios que se tiraron miles de pedos sonoros.

Llegamos a Jodhpur al alba, y en el sucio caos que era la calle de la estación acordamos con el conductor de un rickshaw un precio para que nos llevara al centro de la ciudad, concretamente a un restaurante recomendado por la Lonely Planet sito en lo alto de una azotea. Las vistas eran éstas:

el fuerte de Mehrangarth al amanecer
Pedimos el desayuno continental, que resultó ser bastante malo (mermeladas industriales, pan malo, etc) pero por lo menos no nos morimos de picor. Estuvimos un buen rato, prácticamente solos, tomando fotos Constanza y dibujando el fuerte yo.

Cogimos una habitación en un hotel de los alrededores, en el cual nos atendió un muchacho de unos doce años que apenas hablaba inglés. La puerta se cerraba no con llave sino con un candado, lo que al parecer es costumbre bastante extendida.

Ya serían cerca de las 9 cuando nos dirigimos a la plaza del Reloj, que es donde está el mercado en este sitio. Por el camino unos cuantos niños nos pidieron foto, por supuesto, aunque en este caso un zagal sí que nos intentó sablar unas rupias por sus royalties. También vimos un carro tirado por un camello, unas cuantas vacas a su aire y la curiosa señalización bicolor que hacía las veces de límite entre la calzada y la acera (inexistente).



Jodhpur se notaba mucho más acostumbrada al turismo que Ahmedabad, y fuimos acosados por vendedores que intentaban que compráramos sus productos, que por supuesto eran mejores que los del resto de la ciudad. Sin embargo, si la memoria no me falla, lo primero que hicimos fue subir hasta el fuerte de Mehrangarth, conviniendo con el taxista (o sea el conductor de rickshaw) en que nos esperaría en el aparcamiento hasta que terminásemos la visita (y el tío, con tal de ganarse sus rupias, se pasó allí las dos horas o así que estuvimos en ello).
desde el fuerte se ve esta "ciudad azul," consecuencia de una pintura antimosquitos de hace algunos siglos, que sale en la última peli de Batman. Si vierais qué sorpresa me llevé en el cine...
El fuerte era bastante interesante, aunque para hacer fotos necesitabas comprar un permiso que valía más que la entrada normal, con lo que decidimos echarle morro y hacer las fotos destrangis. Ahora me arrepiento, porque tenían bastante vigilancia y merecía bastante la pena el asunto, pero en fin. A un grupo de músicos vestidos con turbantes les saqué un boceto cuando comenzábamos la visita, y cuando ya nos íbamos volvimos a pasar delante de ellos. Pues ni corto ni perezoso, viene uno y me dice que le enseñe el dibujo que les había hecho, cosa que hice gustoso, y me dijo sus nombres para que los apuntara al lado.
Total que visitamos el fuerte en cuestión, dibujé bastante y luego el taxista, haciendo las veces de guía, nos llevó al mausoleo de los maharajás de Jodhpur, que está en la misma colina. El edificio era bastante bonito; para acceder a él había que descalzarse y quemarse los pies en las baldosas, que menos mal que eran blancas. En este sitio había mucho turista indio con pasta, y algún occidental solitario. En el paseíllo de acceso, un hombre vendía sitars artesanales.






A todo esto eran las dos o tres de la tarde y pegaba un solazo como si fuera Madrid en agosto, pero con más humedad. Sin embargo, no paramos a comer ya que el plan era valernos de nuestro abundante (si bien soso) desayuno y alargar la hora de comer hasta casi la de cenar.

Después del santuario fuimos a un palacio construido en el siglo XX, cuando los maharajás ya eran súbditos del Imperio Británico, pero aún eran caciques locales y exprimían a su pueblo para disfrutar de todo tipo de lujos. Este palacio quedaba bastante a desmano, y la verdad es que fue una gran idea fiarnos del conductor en cuestión, con el cual habíamos pactado antes el precio del trayecto del fuerte al palacio y de éste al centro urbano. La verdad es que no tenía mucho interés antropológico, puesto que los ricos de 1920 tenían gustos bastante parecidos en India y el Reino Unido. Desde luego, era grandioso, pero no tan apasionante como el caos de la ciudad en sí.

Nuestro guía, después de asegurarse de que comprásemos el billete de autobús para Udaipur (nuestro destino del día siguiente) en un sitio "de confianza" (donde, en confianza, nos clavaron), nos llevó a la tienda de especias "de su hermano", el cual no sólo era claramente musulmán, en contraste con el hinduismo del taxista, sino que no le hizo ni caso, ni lo saludó ni nada. Lo más raro es que después, el tipo este de las especias nos mandó a otra tienda, en este caso de textiles (que al parecer son muy famosos en Jodhpur), que era de otro familiar suyo... hindú.

el moro de las especias me recuerda a Juancho
Si aún no os ha explotado el cerebro os explicaré que existe el hábito entre el sector turístico del país de rularse los clientes como si fueran cigarrillos, con el fin de llevarse comisión. El tío que recibe a los clientes les cobra un poquillo más y se reparte el extra con el que los trae. La gracia es que no tienen que conocerse entre sí, ni nada. No te llevan a un sitio que conozcan, o uno de buena fama. Te llevan a un sitio prácticamente al azar y por eso se llevan comisión.

Otro día ya seguiré con más historias, y menos densidad de fotos.

domingo, 6 de enero de 2013

Día 6, hora 7

Anoche llegué a casa a las siete y media acompañado de Pedrito, con el que compartí ron toda la noche hasta el punto de comprarnos a medias el último cubata de la sesión. También estuvo Abel, y Diego, que se fue a casa después de darme un abrazo en el Habana 20.

A Iris le gustó la chaqueta de lana que le compré, y ¡uf!, qué alivio. La tensión de todas las navidades buscando el regalo apropiado se desvaneció. Y ella me regaló ¡una cometa! Una cometa azul, en forma de delta de estas modernas, a la cual ya le sacaré fotos para que la veáis, cuando la haga volar por los parques de Madrid.

En el roscón de mi casa me tocó la figura, con lo que me puse la corona, y en el de casa de Iris el haba... Por suerte, su madre tuvo misericordia y proclamó "¡Ya está pagado!", y salí indemne. Una amiga de mi cuñada Belén, una taiwanesa muy maja llamada Yu Fon, se puso a su vez la corona de ese roscón y la llevó toda la tarde, al parecer, causando el regocijo de los familiares de Iris.

Visité a la abuela Toni, que se vino arriba conforme iba pasando el rato, y parecía una persona diferente cuando, al cabo de hora y media, llegaron mi padre, mi tía Cris y mi prima Ana. Hasta hablaba con más fuerza. No hay nada como darle a la cabeza para mantenerse en buenas condiciones, y no hay nada como Telecinco para volverte gilipollas.

Feliz 2013, gente.

(A la gente le encanta la chaqueta de lana heredada de mi padre, quien por razones insondables ya no la usa. Que se vuelvan a llevar las grecas navideñas y la lana, ayuda.)