Aprovechando el viaje pero sin ánimo de complicarnos la existencia con una visita elaborada, decidimos pasar unos días en Goa, haciendo algo de turismo y mucho de playa, para además coger algo de color de cara a la boda. Luego volamos a Pune, Maharashtra, como señores, nada de coger trenes ahora que somos DINKs. Hay que gastar.
En Pune nos recibió la familia de Akanksha como huéspedes de honor: nos dieron alojamiento en un hotel de la familia (una habitación enorme para los cuatro), nos dieron de comer y cenar a diario, nos llevaron en coche a todas partes hasta extremos absurdos como cruzar la calle, y nos hicieron partícipes de todas las celebraciones, incluyendo las privadas que tienen lugar únicamente con los familiares de la novia y algunos pocos amigos cercanos.
Como la ceremonia de untarse en cúrcuma la cara... |
...o la de la jena en las manos |
El primer día de celebraciones consistió en estas ceremonias privadas, y nosotros también tuvimos que practicar nuestro baile de Bollywood para la boda en sí, ya que nuestro intento de colar la Macarena como baile regional no pasó los exigentes filtros de Akanksha, que nos mandó a su coreógrafo. Acabamos preparando una coreografía con la canción Señorita de la película Zindagi Na Milegi Dobara (que trata de tres indios de despedida de soltero en España), que aunque ni de lejos tan elaborado como el baile de la peli, causó sensación al día siguiente, el Sangeet.
De acuerdo con la fascinación india con las fotos, nos sacamos cientos de las omnipresentes selfies aquella noche:
Rahul, Enzo, Rahul, Iris, Kepa y Fernando preparados para la acción |
con Rahul y Akanksha |
aquí con Pulak, el fotógrafo, y Tysia |
El día siguiente era el de la ceremonia propiamente dicha, que tuvo lugar en un hotel de cinco estrellas a cierta distancia del nuestro, a lo largo de toda la mañana del día 15. Akanksha y Ojas estuvieron varias horas bajo un palio, haciendo las ofrendas de rigor mientras un par de brahmines recitaban los salmos. Alrededor de este palio, y curiosamente agolpados en la sala del hotel, se encontraban los asistentes, esforzándose por ver los detalles del rito. Mucha otra gente rondaba la terraza donde por la mañana nos pusieron algo de desayunar y a mediodía de comer...
sí, llevo cera en el bigote. Cortesía de Chinu |
Los novios vestían el traje tradicional marathi, se regalaron unos anillos gordísimos y en un momento dado quemaron coco o algo similar que levantó una humareda preocupante y que yo no pude menos que ver como una oportunidad de negocio para los purificadores de aire de Dyson.
La boda se prolongó, como he dicho, varias horas, mucho más que una ceremonia cristiana. Sin embargo, esto no era todo, pues aún quedaba la Reception por la tarde-noche. Esta se trata de una celebración abierta al público, en un campo con un gran escenario en el que están los esposos y sus madres, por el cual pasan los invitados a presentar sus respetos y ofrecer los regalos (a Akanksha y Ojas les encantó la fuente de Sargadelos que les regalamos, traída desde el fin del mundo para ellos; nos escribieron unos pocos días después deshaciéndose en agradecimientos...), y sacarse una foto, claro. Además de eso, había un enorme bufé con platos 100 % veg pero también 100% non veg, para los amantes de la carne que sea pollo.
Teniendo en cuenta que eran 800 invitados, a los que sumar los eventuales que se acercaran a última hora, estuvimos poco con Akanksha y Ojas en ese momento. Pasamos más tiempo con el resto de amigos y familiares, hasta que Akhilesh, el coreógrafo, nos llevó al hotel en su coche; al día siguiente partíamos temprano para Bombay.
La experiencia, en resumen, fue impresionante. Tanto la caleidoscopia propia de este país en sus vestidos, comida y decoración, como el impresionante y edificante trato que nos dieron los Mishra, que no nos dejaron pagar una comida, ni el hotel, ni el transporte; que se preocuparon hasta extremos insospechados de nuestro bienestar, que, en suma, nos dieron el trato de huéspedes de honor, nos dejaron a los cuatro sorprendidos y encantados. Además, pudimos ver muchos detalles desde dentro, que de otro modo nos hubiéramos perdido. Como lo de que te estampen cúrcuma en la cara.
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