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viernes, 10 de diciembre de 2021

Merry Christmas, Britain

As we approach Christmas, the nights get longer and the days colder, my mind goes back to my time in Malmesbury, Wiltshire. I invariably recall the dark evenings of late Autumn, our damp backyard, cozy house, Gareth's old car, Ben's old cat, the ivy on the Cotswold stones of our house and the neighbouring ones. Christmas in the Southern English countryside had a different feeling to that of the urban Spain I'm used to. It starts earlier than here, but it also ends earlier, with almost no celebrations in January (oh, how I rambled about the Three Wise Men, and how sneakily Arkham opened one of the gifts I had for that day laying on my room...). It's also more... Northern, for lack of a better term. It tastes of mince pies and mulled wine, instead of polvorones and cava, it smells of firesides and pub ales, it brings memories of snow, quietness and funny sweaters.

I never wrote about the good lot I met at Malmesbury. Long Charlie, with his good mood, who despite his long arms was in fact a very good climber; Adam who always came up with new plans and challenging questions; Sophie, who always smiled and got us hiking on each of her birthdays; Dan, always busy, always giving; Bhanu and Sonika, the most charming couple; María, who like me bore the flag of Galicia thousands of miles from it; Brian Roantree, who learned to climb with me; Paul and Sarah, who met me on my very first weekend and kept track of my story until the end, with an endearing postcard on my wedding; James, who has a true hoard of premium whisky almost only for inviting people; Andor and his odd high-spirited pessimism; big Adrián, who picked me up from the airport on the very first night and became a good friend; the rest of the Spaniards with whom I shared many  common experiences and funny accent; Adel, who taught me to count in Hungarian...

I recall amazing conversations with Ben about the wildest topics, over a couple glasses of wine, with Arkham purring in the middle. I remember Gareth cooking sauces for hours at a time while discussing science, and laughing at my attempts to teach him Spanish. Or the countless hours of boardgames with them and Tom and Juliet, the two kindest souls I ever met, literally incapable of saying a bad word. I remember dearly how good of a friend Ashley was, even though I often poked her for being so Britishly shy. I miss the prosaic, direct style of Nolan, who always had my back when I needed him; as I do the moments of revelation in the talks with Carlos Dorado, who made me reflect on so many things.

Then there was the people of my team: wry Andy who was probably the best boss I've had; lively Stu, who always supported me; and Matty, who at first I didn't understand but I realized in the end was so strong and sincere...

Many people in Spain wonder how I could be so happy in England, away from my girlfriend, just after Brexit happened, especially during the cold Winter nights. It was because I met a welcoming community of amazing people, who were open to foreigners (or foreigners themselves), eager to propose and partake in new experiences and extremely generous with their time and belongings. They included me in their plans, they drove me everywhere, they gave me a bed when I needed it, helped me with English, put up with my endless rants about language and geography, and made me feel loved. 

That's the Britain I got to know - the one that always comes to mind as we approach Christmas, when the nights get longer, the days get colder and you spend time with your friends and family.

Merry Christmas to all.

jueves, 7 de octubre de 2021

Qué edificio en ruinas ni qué niño muerto

En Vigo,  en la calle Rosalía de Castro, anexo al colegio Niño Jesús de Praga, hay un edificio a medio construir, desde hace, al menos, treinta años. La obra está absolutamente parada desde entonces (lo sé porque mis padres viven al lado desde 1991), siendo los únicos cambios la adición de algunos elementos protectores en caso de caída de escombros. Desde fuera se alcanza a ver algo de vegetación en los pisos inferiores. 


Lo siguiente es elucubración mía:

En algún momento de mi vida, ese edificio se derrumbará parcial o totalmente, causando la muerte a varios niños de entre tres y quince años, y quizás a alguna monja. El colegio quedará cerrado durante meses, con lo que el resto de niños perderán la mayor parte del curso, amén de vivir traumatizados en mayor o menor medida. A no ser...

A no ser que la alcaldía de Vigo tomase riendas en el asunto y actuase con todas las medidas a su disposición para resolver este potencial desastre público. 

viernes, 24 de septiembre de 2021

Winds of change

En febrero me quedé sin trabajo. En marzo empecé un curso de Inteligencia Artificial. En abril, después de que un par de personas apostasen por mí, empecé a trabajar en Borgwarner Emissions, Thermal & Turbo Systems, una multinacional de automoción con una sigilosa sede en Zamáns, Vigo. En junio, Eneas dejó Madrid y la adorada escuela infantil de los Gavilanes y se vino a Liméns con mis padres a pasar el primer mes de verano. En julio, Iris dejó su trabajo y nos mudamos definitiva y trabajosamente. En agosto, Iris consiguió trabajo en Bimba y Lola, como arquitecta, sí, tienen de eso. En septiembre, mes luctuoso, Eneas empezó la guardería en Vigo.

Además, llevamos tres cuartos de año con una nevada monumental, lluvias torrenciales que se lo llevan todo, un volcán en erupción y una pandemia que no acaba. Me pregunto, ¿qué nos depararán estos tres meses que quedan?

lunes, 19 de abril de 2021

 Dice "tchis" y sonríe pícaramente, mientras avanza vacilante, agarrándose a una mesita o a un radiador, hacia su objetivo. Su meta es acaso un mando a distancia, acaso una miguita de pan que distingue hábilmente desde la distancia, o tal vez una Cosa Nueva que es necesario Explorar, Tocar y Morder. Mamá y Papá vigilan con sus propias sonrisas, atentos a un paso en falso que pueda acabar en caída propia o ajena. De repente se abre la puerta y entra la Abuela, o la otra Abuela, o el Abuelo, o incluso el Abuelo, y Eneas grita de emoción: "uuuu-uuu", y le brillan los ojos mientras agita todo el cuerpo. El visitante corre hacia él, provocándole inmensas carcajadas con las que enseña los dientes, los asentados y los incipientes. Si le ofrecen las manos, las agarra con las suyas, fuertemente, y da pasitos hasta pisar las extremidades de su víctima, abrazándola y acercándole la cabeza, como se besan los leones.

martes, 2 de febrero de 2021

La azotea


La azotea de mi edificio, donde están los trasteros y los aparatos de aire acondicionado, mira al oeste, como la ventana de la cocina de mi abuela. En la azotea nunca hay nadie, aunque a veces hay ropa tendida de nuestros vecinos, que tienen un niño algo mayor que Eneas. Entre sábanas y pantalones ondea la ropita de Nico, jugueteando en el aire fresco.

Allí arriba siempre hay tranquilidad: los ruidos de los coches suenan distantes y amortiguados, como si estuviesen muy lejos. Y, como nunca hay nadie, es un buen sitio para leer, o para mirar a lo lejos y pensar. 

Desde la azotea se puede subir aún más, por una escalerilla de servicio, para mirar en todas direcciones. Se ven los rascacielos de Plaza de Castilla muy cerca, se ve la Torre Picasso, se ve mucho Madrid y algunas cosas que no son Madrid. Al noroeste, en el horizonte, está la sierra, muchos días entre la bruma, otros nítida, siempre apetecible.