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viernes, 31 de agosto de 2012

El verano ha muerto, larga vida al verano

Se acabó lo que se daba, y volví a Madrid, la del polvo negro. Nunca me costó tanto dejar Oviñana, a pesar del increíble espectáculo que es salir volando de Ranón y ver los Picos de Europa asomando por encima de las nubes (ojalá hubiera podido fotografiarlo); nunca me había deprimido tanto pensando en que no podré levantarme y ver el mar, que no tendré la playa salvaje de Cueva a diez minutos de mi casa, que viviré con el ruido, la polución y la sequedad en lugar del canto del gallo y el aire marino.

Si no fuera porque mis nuevos compañeros de piso me acogieron con gran alegría (sobre todo la neófita Marta, conquense optimista y locuaz) o por la ilusión de vivir en Malasaña, o porque este año seguro que el tío Fols me lleva con él de monte, o porque puede que le dé la última estocada a la carrera... En fin, que todo depende del cristal con que se mire, vaya.

Ahora, que lo mismo te digo una cosa que te digo la otra.

aquí he vivido, aquí quiero quedarme

3 comentarios:

  1. te voy a robar esa puesta de sol ya minmo

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  2. Pues eso, que como digo una co... te digo la digo a o...Te entiendo perfectamente. Este ha sido un verano especial, por las circunstancias familiares, por los momentos que hemos pasado juntos, comiendo bígaros, mejillones, enfilada o bizcoho de la abuela, por el tiempo tan fabuloso que hemos tenido en ese paraíso natural donde también luce el sol y el agua está caliente. Lo bueno es que podremos repetir...
    Un beso y a seguir dando estocadas.
    La madre

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