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lunes, 25 de marzo de 2013

Del viajero preocupado y el ufano Johnny Rock

El viernes me vine de Madrid para Vigo, en tren. El caso es que con el AVE, las obras y vayaustéasaber, hay multitud de viajes nuevos, con horarios estrambóticos, para tal trayecto. Yo quería viajar con Iris, por lo que ambos habíamos comprado el billete, si bien no a la vez, a la misma hora de salida, con lo que cuál no sería nuestra sorpresa al comprobar que mientras que yo debía viajar hasta Santiago, esperar 20 minutos y coger otro tren, ella debía hacer lo propio en Orense, horas antes. Así que no íbamos a coincidir, a priori.

Con el fin de desfacer tal entuerto me presenté en Chamartín una hora y media antes de que saliera el tren, para pasar por ventanilla y pedir que me hicieran un apaño, básicamente. Así que en la lenta cola me situé, y me fijé bien antes de que me tocara el turno en el dependiente, que si bien vestía las uniformes prendas de la RENFE, llevaba barba y melena. "Guay, un jevi", pensé, y me divertí imaginando que él, al verme (con mi chupa de cuero y mi propia pilosidad), sentiría más simpatía por mí que por el cliente medio. No sabía hasta qué punto tenía razón...

Me llegó el momento de exponer mi problema, y así lo hice, creyendo notar en el proceso que el tío, encima, tenía acento gallego (y yo también era sospechoso de ello para él, habida cuenta de mi billete a Vigo). Sin embargo, hermandad del metal o no, no parecía que hubiera nada que hacer pues el tren estaba al completo. "Vuelve en cinco minutillos y te lo miro", me dijo nuestro amigo, al que a falta de nombre llamaré Johnny Rock.

A pesar de que no veía cómo podía ayudar ese tiempo, pues detrás de mí venía más gente con sus movidas, hice como Johnny me mandó, dejando pasar los minutos y retomando a la cola. Para cuando volví a la ventanilla, lo primero que noté es que estaba sonando Paranoid, de Black Sabbath. Os prometo que no oí ningún tipo de música la primera vez.

Johnny Rock demostraba esta vez una actitud considerablemente más segura, y con aires muy profesionales cogió mi billete y tecleó en su ordenador, tamborileando los riffs mientras esperaba a que cargase la información e incluso agitando ligeramente la cabeza. Ante esta situación, no pude por menos que sonreír, pero no me atrevía a cantar (como acabó haciendo él) los estribillos de las canciones. Según acababan, Johnny Rock seleccionaba cuidadosamente la siguiente en el reproductor, que quedaba oculto de mi vista. Yo llegué a seguir un poco el ritmo con las manos, muy tímidamente, entre otras cosas poque tenía un montón de gente a la cola, que iban a pensar "de qué coño van estos dos".

Después de un rato, Johnny Rock me tendió un billete como el de Iris, Madrid-Orense-Vigo, "el asiento ya lo tienes que hablar con el revisor" (porque yo, para ablandarlo [como se ve, innecesariamente], había dicho que quería ir con mi novia), y me explicó que lo que hacía era venderme un pasaje nuevo y reintegrarme el antiguo. Cosa que no me pareció nada canónica, e incluso me pregunté si le estaría robando el asiento a alguien. Luego me acercó un recibo, "échame un autógrafo" y yo pensé "el autógrafo te lo tenía que pedir yo a ti, Johnny Rock", aunque en ese momento no le llamaba Johnny Rock todavía. Cogí mi billete, mi resguardo, y me reuní con Iris en pocos minutos.

Es la primera vez, que yo sepa, que ser jevi me ayuda a que me traten bien como cliente.

Yeah.

martes, 12 de marzo de 2013

Habladme de los Beatles

Siempre se dice, ¿no? "qué buenos son los Bítels, cómo me gustan" y luego resulta que todos conocemos los veintipico singles y poco más. Al menos así me pasaba a mí, pese a las numerosas veces que mi amigo Judío me aseguraba lo profunda y de calidad que es su discografía. Con Iris oí alguna canción más (concretamente Norwegian Wood, pionera en el uso del sitar), y Raúl, mi compañero de piso, se enamoró de In my life y la reprodujo un par de veces, así que decidí quitarme el gusanillo y dedicarle tiempo al grupo, que si dicen que fue el mejor grupo del siglo XX, algo farían.

Total que me puse el Rubber Soul en Youtube, y luego el Sergeant Pepper's Lonely Hearts Club Band, y el Revolver, y el álbum blanco (The Beatles), desembocando a la postre en Pink Floyd y su Dark Side of the Moon, que no es los Beatles pero es música inglesa buena de todos modos. No oí ninguno de los cuatro primeros discos, porque me cansa un poco el rollo, y aunque el resto de las canciones sean la segunda venida de Jesucristo no me apetece oír otra vez Love me do. Y yo que sé, como si no hubiera discos donde elegir. El día siguiente (que debió ser el viernes) me puse otra vez todos estos y Abbey Road. Y, tío.

No voy a decir que he desperdiciado mis oídos escuchando otra música, porque esa otra música ha sido rock añejo, sobre todo, pero me sorprende no haber sido consciente de las cosas que hicieron estos británicos, así como que no se conozcan en general. Desde las canciones más tontas tipo When I'm Sixty-Four a las baladas como If I Needed Someone todo es impresionante. Y luego tenemos las canciones que mucha gente conoce, por ejemplo Lucy in the Sky with Diamonds o While My Guitar Gently Weeps. Y me pregunto: ¿por qué no están en todas partes? ¿Por qué no las ponen en todas las radios todos los días? ¿Acaso hay algo mejor?

En general, de todos modos, me quedé con la sensación de que las mejores canciones eran las que no cantaba (y diría compuso, pero tampoco me apetece comprobar, canción a canción, si son suyas, porque en general los créditos iban para Paul y John por igual) Paul McCartney. Let it be y Hey Jude son canciones muy buenas, que me gustan mucho, pero tío, no se puede plantear una banda de rock con un share de señoras mayores y niñas de quince años. Cosas como You Won't See Me, que no pueden ser más ñoñas. Si se trata de baladas, en el mismo Rubber Soul tenemos In My Life, que tanto gusta a Raúl, con razón, pienso yo; escrita por Lennon, y Wait, que escribieron juntos. Y que yo creo que están bien conseguidas.

Que no es que no me guste McCartney. También mi padre dice que de joven le molaba más Lennon, y ahora al contrario. Pero tampoco conozco canciones posteriores de McCartney así, molonas (por favor, recomendadme algo en los comentarios), mientras que Lennon sí que tuvo lo suyo y me gusta bastante.

 y el tío componía estas cosas, hombre, quita pallá

George Harrison, por su parte, era un genio de la guitarra, cosa que no creo que sorprenda a nadie. Si no se le hubiera ido tanto la olla con el misticismo indio y el sitar y eso, creo que habría sido mucho más reverenciado en su carrera en solitario. Y en cuanto a Ringo Starr, al que admiro por su capacidad de ser casi un extra, no enfadarse con nadie y forrarse, luego se sacaba canciones intrascendentes pero pegadizas: todos sabréis de Yellow Submarine, pero también Octopus's Garden o Don't Pass Me By. Que no son ningún paradigma de la música rock, pero oye. Y encima está hecho un chaval con 72 años.

está más guapo que a los 20 
En fin. Me pregunto qué habría sido de Lennon si no lo hubieran matado, si se hubieran vuelto a juntar en los 90 como otros grupos de su época, y si será verdad que McCartney es una señora vieja en el fondo.

domingo, 10 de marzo de 2013

Sonidos de la Tierra

El viernes, Iris me propuso ir a un concierto de música africana del cuya existencia había sabido mediante Facebook. Me pareció un plan muy divertido, y diferente, y encima tenía lugar cerca de mi casa, en la calle de la Nao, así que para allí nos fuimos.

Resultó estar organizado por Residui Teatro y Madera de Cayuco, en lo que luego supe que era el Centro de Artesanía de las Artes Escénicas. Al llegar, había un grupo de gente en la puerta, que parecían conocerse entre sí, con lo que nos dio un poco de corte, pero no hicimos el tonto y entramos. Una recepcionista italiana nos tomó los datos para hacernos "socios por un día" (dice Denis, y tiene sentido, que es para tener un marco legal en el que poder vendernos alcohol) y entramos a una espaciosa estancia con bastante poca gente, incluyendo los músicos themselves y otro par de chicos africanos, un técnico de sonido y un fotógrafo con pintas infames de moderno hispter.

Poco a poco fue llegando más gente, aunque no se llenó el local. Empezó el concierto con media hora de retraso, pero se nos pasó volando, y no nos arrepentimos cuando comenzaron a sonar los instrumentos, fabricados con calabazas. Dos de ellos eran una suerte de guitarras, pero que se tocan con ellas verticalmente en el regazo y rasgueándolas un poco como si fueran arpas. Creo que se llaman sylas, pero no estoy seguro. El tercer componente era una caja de percusión, acompañada por unas maracas y un platillo que el músico tocaba con la mano.


Me llamó la atención la riqueza de sonidos que producían estos instrumentos artesanales, así como la destreza de los músicos para tocarlos. Suenan parecido a una guitarra, al menos para mis oídos profanos en lo musical, y curiosamente el instrumento más grande era más agudo. En general las canciones eran bastante tranquilas, pero de cuando en cuando se arrancaban con ritmos más rápidos y bailones. Y resulta que los otros dos negros, que formaban parte del público, se pusieron a bailar con el flow eterno de la gente de color, animando considerablemente al resto del respetable. En algún tema, otros de los presentes se animaron a bailar también. Luego hubo un pequeño descanso, roto por el que parecía ser el líder del grupo, que se marcó un solo con otro instrumento más, muy pequeñico y que no alcancé a ver muy bien, que creo que se llama kalimba. Luego hicieron una mención al Día de la Mujer (Trabajadora) y cantaron la última canción que Iris y yo presenciamos, "un regalo a todas las mujeres del mundo", en la que pidieron a todos que hiciéramos los coros.  





Estuvimos una hora y media en el concierto, y si nos marchamos antes de que terminara fue porque teníamos un compromiso previo, una fiesta de despedida plagada de italianos en casa de María Ester. 

Flash forward al sábado por la noche, cumpleaños de Laura Curráis. Iris y yo hemos acudido y ahora estamos en Lavapiés con ella y su amigo Jorge, tomándonos la última. En esto que, mientras buscamos el bar en el que hacer eso, pasamos delante de un grupo de africanos y me dice Iris: "¡Es el de ayer! ¡Es el chico de ayer! Lleva los mismos zapatos y botas". Claro, yo fui escéptico, pensando que en Madrid, y más en Lavapiés, habrá miles de negros con vaqueros remangados y botas así, y eso le hice saber, pero unos paisanos que estaban al lado se enteraron de refilón de la conversación y nos dijeron que sí, que el hombre en cuestión tocaba la syla o como se llame. Le faltó tiempo a Iris para abordar al músico, confirmar que era él y decirle que habíamos sido su público y que nos había molado mucho. Él, cuyo nombre creo que no nos dijo, y cuya cara emanaba paz y felicidad, nos dijo que el grupo se llama Sonidos de la Tierra (Bogi-Jui es la transliteración del nombre original), y que tanto él como el percusionista son de Guinea-Conakry (o Guinea a secas), siendo el otro cordista de Gambia. Y que otras veces tienen a un guitarrista flamenco, y que todos los instrumentos (salvo la guitarra y el platillo, me imagino) son artesanos y hechos con calabazas, y que el sábado que viene tocarán en un restaurante guineano de flamante apertura. Por si a alguien le interesa, el Pilum, en la calle Rodas, 9, este sábado a las 22. 

Esta mañana los buscamos en la red, y tienen Facebook y algunos vídeos en Youtube. El hecho de encontrarnos al integrante por la noche hace que me haga doble ilusión haber ido al concierto, y que tenga bastantes ganas de ir al siguiente.

Un frescunzo.

viernes, 8 de marzo de 2013

Comida de hoy

Este marzo la lluvia es arte en Madrid.

Volví de clase en bici, que es lo que hago siempre que puedo. Sólo que esta vez llegué empapado por la fina lluvia que asola la capital estos días (a veces no es tan fina: ayer nos sorprendió un chaparrón de los que resuenan y te hacen levantar la vista del libro, o del plato, y acercarte a la ventana y quedarte embobado con el espectáculo), ayudada por la rueda trasera de mi bici, que me dejó los pantalones hechos un Waterloo.

Total que me puse a pensar en lo que les cocinaría hoy a Adriano, Denis y Emilia. Emilia es una amiga de Denis, de Granada, que conoció en Cracovia cuando estuvo de Erasmus. Ahora, la muchacha está a punto de entregar el proyecto (sí, otra arquitecta) y ha venido a casa a imprimir unas láminas y eso.

Se me ocurrió comprar un conejo y cocinarlo, lo cual es muy vistoso (aunque se haga igual que el pollo, en realidad) y compacto: con un conejo de kilo comemos cuatro guay. Bajé al mercado a comprar el susodicho, previa consulta al Comidista, el blog de Mikel Iturriaga. No seguí completamente la receta del link anterior, puesto que no teníamos pimiento rojo y usé verde. El caso es que se conoce que "la treta no fue otra que aplicarle la mediterránea y siempre triunfante combinación de aceituna negra y pimiento rojo", ¡así que no sé si habré devaluado el plato! Ahora mismo se está guisando el lepórido, así que voy a hacer la de Grilo y continuar la entrada cuando esté listo.