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miércoles, 7 de noviembre de 2018

Arkham el gato (2008-2018)

Esto es una versión traducida de esta otra entrada.

Conocí al gato de Ben la misma fresca noche de agosto en la que llegué a Malmesbury. Ben me dijo "Este es Arkham", y yo pregunté: "¿como el asilo de los cómics de Batman, o como el pueblo de las historias de Lovecraft?", a lo que él contestó "Ya me caes bien". En esa época, Arkham era muy activo, arañando la moqueta de las escaleras y corriendo de aquí para allá por la casa al pasar la gente. También era propenso a morder y arañar sin provocación, y al principio guardé una distancia respetuosa. Pero pronto me encariñé con él, y él conmigo, probablemente gracias a que yo le daba de comer algunas mañanas, o cuando volvía del trabajo antes que Ben, cosa que sucedía a menudo.



A Arkham le gustaba pasar el día alrededor de la casa en la que viví de prestado durante un tiempo (en el famoso armario de Harry Potter), The Mundens. Desaparecía entre los arbustos y dejaba el generoso jardín, a veces para cazar pájaros, a veces para pelearse con otros gatos o arrimarse a gatas. Desde luego, extrañó ese estilo de vida cuando nos mudamos a Seedwood Cottage, que no tenía jardín digno de tal nombre y estaba demasiado cercana a la carretera como para dejarlo suelto los primeros meses. Así que se acostumbró a los interiores, especialmente en las largas noches del invierno inglés, y nunca volvió a ser tan aventurero como antes. De hecho, empezó a perder peleas con gatos más jóvenes en la primavera, una de las cuales le dejó una herida bastante fea en una pata delantera.

todos estábamos en el comedor jugando a algún juego de mesa, y él tan pancho en los calcetines
Arkham fue uno más de la familia de Seedwood Cottage. Ben lo quería como un hijo, y Gareth mantenía una distancia fría que escondía un cariño mutuo. Y yo no creo que haya conocido a otro animal como él. Era muy parlanchín (casi parecía que hablase contigo, aunque sobre todo para pedir comida), curioso y buen cazador. Ronroneaba como un trueno y frecuentemente. Por las mañanas me ponía nervioso con sus maullidos constantes y cortos hasta que comía, pero al final... al final los echaba de menos en las cada vez menos ocasiones en que se saltaba una comida. También atacó un cacho de tocino que me había traído de España para fabada, pero no pasa nada. Lo arreglamos como adultos.

Llevaba pocho desde el otoño pasado. Ayer, Ben nos contó que estaba en las últimas, y esta mañana se murió. Su tumba estará en el jardín de The Mundens, como le corresponde.

No era más que un gato. Y nada menos.

Adiós, amigo.

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