Nos hemos enterado estos días de que Juan Carlos I el Campechano se lucró [presuntamente] ilegalmente con sus contactos en Arabia Saudí. Bueno, lo hemos confirmado [presuntamente], porque cualquiera con dos dedos de frente se lo podía imaginar. El tipo, incluso, [presuntamente] le dio un buen pico a su amante, la cual ahora le acusa de amenazas para que no lo contara.
La noticia acaso más sorprendente es que el siguiente Borbón, Felipe VI el Preparado, ha renunciado a su herencia (o a la parte "cuyo origen pudiera no estar en consonancia con la legalidad", que es una forma muy larga de decir "ilegal"), y le ha cortado el grifo a su viejo. Que ya era hora. Al parecer también, el Preparado conocía estos hechos desde hace un año, razón probable por la que el Campechano no tiene actividad institucional desde mayo de 2019, según él mismo se ha encargado de recordar en el comunicado de la Casa Real.
Os recomiendo leer las reflexiones de Nacho Escolar a este respecto. Las más interesantes para mí son el hecho de que el público general se entere ahora, en plena PANDEMIA!, y el que no se puede renunciar parcialmente o prematuramente (es decir, antes de la defunción que la ocasiona) a una herencia. Lo segundo significa que el Preparado solamente ha expuesto una declaración de intenciones, un "no pasa nada, yo controlo", sin ninguna validez legal.
Lo primero, es de suponer, es una manera de mitigar el impacto de esta noticia. Para empezar, puede que pase desapercibida para alguna gente concentrada en la cuarentena y en su estado de salud o el de sus seres queridos. Para continuar, incluso quien se indigne a este respecto poco puede hacer más allá de expresarlo en redes sociales. Obviamente, no habrá ninguna manifestación en contra de la monarquía. Por otro lado, los políticos no están ahora para hablar de este tema (bueno, a lo mejor los chalaos que mandan en Cataluña sí), con la responsabilidad que tienen ahora mismo sobre los hombros.
Sin embargo, entroncando con lo que dije ayer, la población española está ahora mismo en la jornada de reflexión más larga de la historia. Todos estaremos en casa quince días pensando en lo que queremos hacer al salir. La meditación ante la adversidad también incluye el juicio de los que se suponen representantes de todos los que la sufren. Me pregunto si en unos meses no nos acordaremos de que en Zarzuela nos amenizaron la primera jornada de cuarentena con relatos de corrupción y nepotismo.
A menudo, hablando sobre la República, me dicen que ese sistema costaría tanto, si no más, que la monarquía. Al margen de la verdad de esta afirmación, suponiendo que no se pudiera diseñar un sistema que ahorrase dinero, me parece que se pierde de vista un principio importante: lo que ganaríamos en dignidad.
La noticia acaso más sorprendente es que el siguiente Borbón, Felipe VI el Preparado, ha renunciado a su herencia (o a la parte "cuyo origen pudiera no estar en consonancia con la legalidad", que es una forma muy larga de decir "ilegal"), y le ha cortado el grifo a su viejo. Que ya era hora. Al parecer también, el Preparado conocía estos hechos desde hace un año, razón probable por la que el Campechano no tiene actividad institucional desde mayo de 2019, según él mismo se ha encargado de recordar en el comunicado de la Casa Real.
Os recomiendo leer las reflexiones de Nacho Escolar a este respecto. Las más interesantes para mí son el hecho de que el público general se entere ahora, en plena PANDEMIA!, y el que no se puede renunciar parcialmente o prematuramente (es decir, antes de la defunción que la ocasiona) a una herencia. Lo segundo significa que el Preparado solamente ha expuesto una declaración de intenciones, un "no pasa nada, yo controlo", sin ninguna validez legal.
Lo primero, es de suponer, es una manera de mitigar el impacto de esta noticia. Para empezar, puede que pase desapercibida para alguna gente concentrada en la cuarentena y en su estado de salud o el de sus seres queridos. Para continuar, incluso quien se indigne a este respecto poco puede hacer más allá de expresarlo en redes sociales. Obviamente, no habrá ninguna manifestación en contra de la monarquía. Por otro lado, los políticos no están ahora para hablar de este tema (bueno, a lo mejor los chalaos que mandan en Cataluña sí), con la responsabilidad que tienen ahora mismo sobre los hombros.
Sin embargo, entroncando con lo que dije ayer, la población española está ahora mismo en la jornada de reflexión más larga de la historia. Todos estaremos en casa quince días pensando en lo que queremos hacer al salir. La meditación ante la adversidad también incluye el juicio de los que se suponen representantes de todos los que la sufren. Me pregunto si en unos meses no nos acordaremos de que en Zarzuela nos amenizaron la primera jornada de cuarentena con relatos de corrupción y nepotismo.
A menudo, hablando sobre la República, me dicen que ese sistema costaría tanto, si no más, que la monarquía. Al margen de la verdad de esta afirmación, suponiendo que no se pudiera diseñar un sistema que ahorrase dinero, me parece que se pierde de vista un principio importante: lo que ganaríamos en dignidad.
No crep que nadie esté más decepcionado y escandalizado que los que alguna vez pensamos que la monarquía era un precio aceptable por la democracia, la reconciliación y la paz. Que el rey fuera corrupto no entraba en los planes en 1978.
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