El año pasado cursé por primera vez Sistemas de Producción I, una asignatura dedicada al estudio de los procesos de fabricación industrial, incluyendo pero no limitada al entorno aeroespacial. Además de las clases teóricas, se realizan una gran cantidad de prácticas en un espacioso laboratorio en el hangar:
Estas prácticas se hacen bastante más entretenidas que las otras de mi carrera. En el laboratorio trabajan cuatro maestros: Pedro, maestro tornero; Juan, maestro de soldadura y chapistería; Mariano, maestro de metrología y José María, maestro de utillaje. Me figuro que su formación tendrá que ver con la FP o algo así; su experiencia es impagable, puesto que inciden en detalles que a nuestros profesores tal vez se le pasen por alto, y su punto de vista de no-ingeniero resulta refrescante.
En esta asignatura nos introducen a procesos sencillos pero muy usados en la fabricación. Lo peor de todo es que después de la sesión de taller te espera un sinfín de trabajo en casa, por grupos, muestras del cual pudisteis ver hace unos meses. Un chollo que te mueres definiendo procesos de producción o metrología. Por eso, pese a ser diferente a los ogros de la carrera y no muy difícil de aprobar, tiene merecida fama de dura y cansada.
Sea la asignatura de Sistemas de Producción II. Con todo lo bueno de SPI y nada del agotador diseño de procesos y memoria posterior. En la que este martes tuve la mejor sesión de prácticas; aún diría más, absolutamente la mejor clase de la carrera en siete cursos y medio. Impartida por el Jefe de estudios, Pablo Rodríguez de Francisco, consistía en estudiar someramente el proceso de embutición, conformado y grabado. Y como ejemplo práctico, realizamos cada uno de los alumnos su propia réplica del cenicero de las mesas de examen.
Me explico. Las mesas de las aulas de exámenes de mi carrera tienen unos cuantos años; tantos que algunas de ellas aún tienen atornillado en una esquina un cenicero, vestigio de cuando fumar no era malo para la salud y las aulas daban facilidades al efecto. Estos ceniceros tienen grabados el escudo de la escuela y la inscripción "CÁTEDRA DE FABRICACIÓN Y ORGANIZACIÓN DE LA PRODUCCIÓN", que así se llamaba hace 40 años.
Como comprenderéis, siete años son muchos exámenes, y los ceniceros han ganado una especie de aura mística, hasta el punto de que una broma recurrente es "no me voy a ir de la escuela sin un cenicero del aula de exámenes". Pues bien, acaba siendo verdad:
Si encima el profesor es uno de los mejores docentes de la ETSIA y el maestro estaba en estado de gracia, se convierte en la mejor experiencia en esta "santa casa".
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