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viernes, 30 de marzo de 2012

La tienda de flores

El año pasado Iris vivía en la Avenida de Reina Victoria. Justo enfrente de su casa, en el bulevar, había un kiosco de flores regentado por un señor en la cincuentena. En él, más de una vez compré para mi dama un ramo o una solitaria rosa. El florista hacía gala de un humor cínico dirigido a su persona y a lo mal que le iba el negocio.

Ahora, el establecimiento luce esta guisa:


La gente ya no compra flores...

Tortillas

Hoy he comido tortilla de guisantes desestructurada:

mentira, es que se me rompió
Como dato curioso, le he añadido curry, pimentón y garam masala. A capón. Sin embargo, al más puro estilo Manon, me he olvidado de la sal.

Hace unas semanas la tortilla fue de bonito (que no atún, bonito del norte):

el tomate va guay con la tortilla
Esta última estaba bastante más rica. Lo de los guisantes tengo que depurarlo.

jueves, 22 de marzo de 2012

Mi primera pieza de Solid Edge


Tal vez no os parezca gran cosa pero he tardado unas quince horas.

Y aún hay que montar el plano, imprimir y estudiar Motores antes del lunes...

Ag.

lunes, 19 de marzo de 2012

La escritura o la vida

Ayer terminé La escritura o la vida, de Jorge Semprún. Lo había empezado cuando me lo regalaron mis tíos jipis, hace unos ocho años o así, pero no pude acabarlo (eterna vergüenza caiga sobre mí y mi descendencia). Esta vez me ha llevado unos dos meses, que tampoco es muy buena marca. En Madrid leo muchísimo menos que en Vigo u Oviñana (donde veraneo, la imagen cabecera de este blog es de allí). De todas maneras, pienso que la lectura de esta obra no es en absoluto fácil.

El propósito de la misma no es contar una historia, o al menos no la historia que uno se espera, sino transmitir el sentimiento más profundo que acompaña al autor desde que, en 1945, fue liberado del campo de concentración de Buchenwald por las tropas americanas. Para hacerlo, no sigue una estructura lineal sino caleidoscópica, saltando de un momento a otro de su vida sin previo aviso, de manera aparentemente inconexa. Esta característica fue probablemente lo que disuadió a mi yo adolescente la primera vez que acometí la tarea de leerla.

Esta vez, sin embargo, conseguí implicarme en las sensaciones de la vida de Semprún, y aunque él probablemente lo creería imposible, tal vez hasta entenderlo.

La estancia en el campo fue tan sumamente traumática para el joven comunista (fue detenido y torturado con veinte años) que fue incapaz de hablar o escribir del tema durante dieciocho años, hasta la publicación de El largo viaje. En la obra que nos ocupa esta incapacidad, esta asunción de que el resto del mundo jamás comprenderá su calvario (y el de tantos otros prisioneros) se mezcla con una cierta sensación de culpabilidad por haber sobrevivido. Para muestra, nos cuenta cómo vive la muerte de algunos de sus compañeros. En concreto, la muerte de Maurice Halbwachs, profesor que fue suyo en la Sorbona (donde Semprún cursó la carrera de Filosofía), es un pasaje impresionante:

...presa de un pánico repentino [...], consciente de la necesidad de una oración [...], dije en voz alta, tratando de dominarla, de timbrarla como hay que hacerlo, unos versos de Baudelaire. Era lo único que se me ocurría.
O mort, vieux capitaine, il est temps, levons l'ancre...
La mirada de Halbwachs se torna menos borrosa, parece extrañarse.

Más adelante, tiempo ya después de la guerra, relata sus experiencias con amantes o amigos y cómo redescubre el gozo de vivir, siempre y cuando no describa los horrores de Buchenwald. Son motivos recurrentes la "nieve sobre el Ettesberg", la montaña al pie de la cual se hallan el campo y Weimar (ciudad de Goethe); las cenizas del crematorio; las conversaciones literarias con presos y soldados aliados y la absoluta inconsciencia de los días o meses siguientes a la liberación, mientras trataba de adecuarse a vivir la vida, y no la muerte de los años anteriores.

En el fondo, la obra es profundamente vitalista. Podría contaros más, pero no voy a ser capaz de expresarlo tan bien como él:
La misma alegría seguía embargándome: la dicha de vivir. La más pura, la más abrumadora dicha de vivir. Pues no se basaba en el recuerdo de dichas anteriores, ni en la premonición, menos aún en la certidumbre de dichas futuras. No se basaba en nada. En nada más que en el hecho mismo de existir, de saberme vivo, incluso sin memoria, sin proyecto, sin futuro previsible. Debida a esta carencia de memoria y de futuro, tal vez.
Jorge Semprún murió en junio de 2011. Quiero pensar que el exorcismo que realizó por medio de la escritura le sirvió para aliviar la carga que supuso el cautiverio. Que eligió la vida.


 Yo visité Auschwitz en dos ocasiones, en 2009 y 2010. Estando en un patio en el que eran frecuentes los fusilamientos, me sobrecogió el pensamiento de que esas personas, víctimas y verdugos, eran tan reales como lo era yo, que (tan sólo) 55 años después pisaba el mismo suelo que ellos. Casi podía sentirlos presentes. Creo que la experiencia me facilitó después imaginar los horrores de los campos, y en consecuencia esta lectura.  


lunes, 12 de marzo de 2012

Excursión Dominguera

Ayer domingo celebramos el cumpleaños de Jorge, un compañero de la escuela. Y lo hicimos de manera original y abstemia, con una jornada de senderismo en el puerto de Navacerrada (que está entre Madrid y Segovia, para el que no lo sepa).

Subimos hasta el mismo en tres coches, sumando 12 personas a las que luego se uniría Carlos, que vive ahora en Valladolid y venía por su cuenta. Tras un malentendido con la Benemérita que casi les cuesta un multazo a cada conductor (la culpa fue de dos guardias que no se pusieron de acuerdo, y uno tenía mal genio) y una obligatoria espera porque aparentemente ninguna mujer puede pasar dos horas sin mear, empezamos el llamado camino Schmidt, que  Jorge conoce porque entre otras facetas es boy-scout y se ve que se lleva a los críos por esos derroteros. 

El principio del camino era asfalto y parecía Preciados, todo lleno de familias y tal, pero enseguida llegamos al final de una de las pistas de esquí que se encuentran en el puerto y ahí se quedaron los domingueros. A continuación avanzamos por un camino lleno de nieve y hielo entre los pinos, con menos gente pero todavía bastante concurrido. Y cuál no sería la sorpresa de todos, incluyendo la del líder del grupo, cuando nos encontramos que una empinada pista de esquí nos cortaba el camino, literalmente. 

Después de un rato de confusión decidí hacer de mastín y tiré hacia la cima de la estación (que no está muy lejos, afortunadamente), porque tampoco nos íbamos a arrugar nada más empezar. Ahí ya nos salimos del sendero y anduvimos a la orilla de la pista hasta que, con terreno plano bajo nuestros pies, cruzamos toda la nieve y recuperamos un, si no el, camino. Cabe señalar que un par de chicas que habían optado por Converse All Star TM empezaron a sufrir su decisión, por lo del campo a través y esto.



Superado este obstáculo caminamos media hora o tres cuartos sin más complicación que ciertos parches de nieve y hielo y llegamos a una explanada con unas vistas cojonudas, lugar que el grueso de la tropa aprovechó para dar por bueno el día de senderismo, tirar las mochilas, sacar la comida y ser urbanita en general. Era la una y media, pero bueno, me cepillé el bocata de manchego con anchoas y tomate, que es una delicia.

Como Carlos, Catur (as in Pablo Caturla) y yo no nos habíamos quedado satisfechos decidimos subir hasta la cima del monte, e hicimos tal. Nos costó un buen rato llegar, pues perdimos el sendero al principio. Aunque eso de sendero es un tanto optimista. Lo único que había eran hitos (montoncitos de piedras que un montañero deja para señalar un paso más cómodo, o una ruta) y el avance era complicado entre ramas, nieve, rocas y árboles caídos. Pero compensó. Vaya si compensó.

la cámara no pudo captarlo, pero se veían claramente la Cuatro Torres Business Area y las Torres Kio, y con más dificultad la Terminal 4 de Barajas
Me sorprendió muchísimo la frondosidad de la zona. Acostumbrado a downtown Madrid, me imaginaba que esto sería un secarral, pero más bien todo lo contrario. Eran coníferas y abedules y encinas, y roca granítica como en Galicia. Me encantó. Los tres arrojados montañeros dedicamos un buen rato a disfrutar del paisaje, e incluso llamamos a los de abajo, a quienes distinguíamos como puntitos en la explanada. Una pena no llevar prismáticos, que habrían venido bien también con todos los buitres que avisté cuando conducíamos hasta el Puerto.

En fin, luego bajamos con los otros, lo cual nos llevó tres cuartos de hora entre nieve y rocas. Una vez reunidos todos, charleteamos un tiempo y  nos bajamos a eso de las cuatro y media. Para alcanzar el aparcamiento desde la estación bajamos caminando (aunque hubo quien se tiró) por una pista de esquí, con el alborozo correspondiente. Nos repartimos en coches, nos despedimos y concordamos en que había sido la leche y que deberíamos repetir. 

Y es cierto, hacía tiempo que no iba de monte y volví a casa reventado y absolutamente feliz.

P.D.: Lo único malo es que llegamos tan tarde a Madrid que no me dio tiempo a ir al concierto de Los Beatos en el  CMU Antonio de Nebrija. ¡Los planes buenos tienden a coincidir en el tiempo! Cuando me disculpé con (el guitarrista de Los Beatos) Alberto Maestre, alias Judío, me dijo "it's ok, la cabra tira al monte".

sábado, 10 de marzo de 2012

So long, old chap

  

Se acaba de morir Jean Giraud, alias Moebius. Entre las mil cosas que hizo en su dilatada carrera destaca ponerle dibujos al Teniente Blueberry, creado por él y Jean-Michel Charlier.

Descubrí Blueberry a eso de los diez años, gracias a un hermano de mi madre que me sacaba tebeos de la Biblioteca Municipal de Oviedo. Acostumbrado a Mortadelo, Superlópez y el (mucho más maduro) PríncipeValiente, me sorprendió sobremanera el estilo duro y sucio del Teniente y sus comparsas, Jim McClure y Red Neck. Los asesinatos, traiciones, palabrotas y palizas se suceden en estos preciosos álbumes que, pese a todo, transmitían una buena moralidad, si bien por medio de la violencia. Recuerdo devorar las páginas de las historias que mostraban a los Sioux, los Apaches, Chihuahua, corruptos oficiales mejicanos, conspiradores unionistas, fanáticos sudistas exiliados, detectives Pinkerton y un sinfín de otros personajes dibujados magistralmente por Giraud.

Su estilo, desde mi punto de vista, alcanza su culmen en la saga más larga del personaje, concretamente en los álbumes La última carta y El final del camino. En ellos es prolijo en detalles mientras mantiene una cierta suciedad de spaghetti western, con colores pastel, que creo que contribuía a una atmósfera verdaderamente inmersora. Más adelante el trazo se volvió más delicado y limpio, ganando en detalle pero perdiendo fuerza.

Lo único que tengo de Moebius además de Blueberry es una rareza guionizada por Stan Lee, Silver Surfer: Parábola, que sinceramente es lo mejor que he leído de The Man (los tebeos de los años 60 son bastante malos, en realidad. Su mayor valor es el de coleccionismo). En este número Estela Plateada trata de convencer a la humanidad de que no adore a un Galactus que trata de zamparse la Tierra por enésima vez (y ahora, utilizando su cerebro en lugar de su fuerza). Giraud utiliza un registro diferente de los Blueberry, más minimalista, que acompaña a la historia a la perfección, ya que ésta busca transmitir una idea, no contar un montón de aventuras. En general, cuando lo leí me pareció un genio, este tío, por su flexibilidad. La cual no le restaba un ápice de calidad.

de esto hablo
Mi amor por las cosas que se pusieron de moda antes de que yo naciera me vuelve a dejar este sabor agridulce. Moebius y Charlier (que murió antes de que yo aprendiera a leer) dieron forma a una de mis obras de arte favorita, que me proporcionó interminables horas de magia. El recuerdo de las aventuras del Teniente Blueberry me acompañará toda mi vida, y no dejaré de sentir gratitud y admiración por el trabajo de este par de genios, cuya imprenta en el cómic francófono sólo me parece comparable a la de Goscinny y Uderzo.

Descanse en paz.

domingo, 4 de marzo de 2012

Happy Birthday Indeed

El jueves cumplí veinticinco años. El viernes lo celebré con todas mis fuerzas y con una buena pandilla, entre los que se contaban, aparte de los sospechosos habituales, Valma, que vino desde Toledo a pasar dos noches para la ocasión; Soria, que está de rotación en Madrid (en un hospital cuyo nombre evade mi memoria)  y Sara (Lago), que desde hace una semana vive y trabaja en Madrid. En total sumamos 17 y pasamos cuatro horitas en la cervecería Boomerang, en Tribunal. Nos dieron un trato excelente y una cerveza mediocre (Cruzcampo) que no impidió que nos bajáramos 105 botellines.

es muy gracioso porque no los iban recogiendo
Lo malo fueron algunas ausencias, y que tuve que ver cómo el Depor le ganaba al Alcorcón.

Luego nos tomamos unos chupitos en la Mezcalería que se encuentra por la zona y acabamos con nuestros huesos en una discoteca genérica porque ya no eran horas de estar por la calle, mal que me pesase la música y eso. Todo el mundo se cayó muy bien, y había numerosos grados de libertad de gente que no se conocía, así que es una suerte.

Al día siguiente Diego nos preparó una fabada antológica a los valientes que se presentaron para la tarea. Terminamos de comer a las cinco y media, me eché una siesta de media hora y me levanté para ver al Celta hacer lo mismo en Valladolid, consiguiendo afianzarse en el pódium de Segunda División. ¡Este año subimos!

Entre otras alegrías del fin de semana, me enteré de que mi buen y más antiguo amigo consiguió la plaza 1499 (de 13000) en las recientes oposiciones al MIR, con lo que es muy  probable que consiga la especialidad que desea. ¡Enhorabuena, Javi!

Also, cerveza:

por Pablo Cazcarra

Vino:


por Luis Lezana

Alimento para el cuerpo:

por Iris Astor

Y alimento para el alma (alma friki):


por Diego San Felipe

¡Gracias a todos por un fin de semana de diez!