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sábado, 21 de abril de 2012

Dos cosas buenas

Ayer tuve dos vivencias (un poco) especiales:

porrom pom pom
Este micromachín se paseó por mi calle y pedaleé furiosamente tras él para tomar la foto. El conductor pudiera o no ser Woody Allen, y la maleta de detrás pudiera o no estar llena de billetes falsos.


porrom pom pero
Para cenar, Iris y yo cocinamos una crema de zanahoria. Además llevaba puerro y cuscús, y estaba aderezada con perejil, comino, un chorrito de limón, sal y pimienta. ¡Estaba riquísima!

lunes, 16 de abril de 2012

India (4, Ahmedabad)

El día siguiente comenzó con un desayuno caro (si no recuerdo mal, unos 6 euros) en un lujoso hotel de Ahmedabad. Constanza pidió un donut nosequé, con la esperanza (vana) de que se tratase de algo dulce y remotamente occidental. Era una rosquilla frita. Con JALAPEÑOS. Para desayunar. 

En el otro extremo, mi mousse de azafrán era tan sumamente dulce que dejé la mitad porque empezaba a ver doble. Era lo más empalagoso que he probado jamás. De todos modos, el resto del desayuno fue muy rico, tratándose sobre todo de fruta, zumos y yogures líquidos llamados lassi.

A continuación visitamos el mercado de la ciudad, que ocupa un barrio entero. En uno de sus extremos se encuentra un templo dedicado a la diosa Kali. Aunque, de manera similar a las capillas en las iglesias cristianas, en nichos secundarios hay múltiples imágenes de otros dioses. Un señor diminuto iba de dios en dios, tocando las estatuas con ambas manos y luego llevándoselas al pecho, y luego a la cabeza, mientras musitaba un rezo. En el altar principal, unos hombres repartían pedazos de sandía para realizar ofrendas (me ofrecieron a mí, pero me ofusqué y no supe reaccionar. Me dio un tanto de vergüenza). Fuera, numerosos tenderetes vendían animales para los sacrificios, como cabras o gallinas. ¡La vorágine! Cientos de personas, el sol, los olores y los colores... Llevando veintipico horas en la India ya tenía recuerdos como de una semana.

Ascendimos al edificio del templo, que se trata de un antiguo fuerte, y desde allí tomamos unas cuantas fotos, tanto de nosotros al sol (debían ser las 11 o así, y hacía unos 30 grados ya) como de la gente de abajo:

en esta foto hay inusualmente poco tráfico

Después bajamos otra vez y nos perdimos en el interior del mercado, que como he dicho se extiende por las callejuelas como un río. La multitud se agolpa en estos callejones y es muy difícil caminar. Esto, unido a los toldos que cuelgan entre los edificios para evitar insolaciones (pero que tampoco permiten la ventilación), convierte esta zona en una suerte de selva de colores, sofocante y abarrotada. Acaba uno sudando la gota gorda. Por cierto que los indios ¡apenas sudan! Los conductores de rickshaw y otra gente que trabaja en la calle, lejos de los omnipresentes ventiladores, no portan sobaqueras u otras manchas de sudor en sus impolutas camisas claras.

Como ya habré comentado, mi hermana se agobia en lugares tan estrechos, así que no nos demoramos demasiado en el lugar. Lo cual significa que lo cruzamos de la manera más rápida posible y debimos tardar cuarenta y cinco minutos o algo por el estilo, tal era la aglomeración.

Salimos a una zona más abierta, cerca de la cual se encuentra una mezquita muy bonita y bastante antigua. Por supuesto, hay que descalzarse antes de entrar, y tuve suerte de que nadie se quejara de mis pantalones cortos (como se verá en una futura entrada, no siempre fueron tan permisivos). Al acceder, sí que nos exigieron lavarnos los pies y la cara en una alberca techada en el medio de un patio abrasador, por el cual se extendía una megaesterilla para no quemarte los pies. El agua estaba estancada, y como los musulmanes han de acudir unas cuantas veces al día al servicio religioso, podemos aventurar que nos lavamos la cara con la misma agua en que cuatrocientos indios de clase baja se habían lavado los pies.

el 80% de las personas de esta foto tuvieron diarrea esa semana


Lo que no te lava, te hace más fuerte.

Y ahora que hablo de aguas, es de interés comentar los puestos ambulantes de agua fresca. Son carritos con mil botellas con el líquido elemento, en ocasiones con gotitas de limón. Tú pagas una cantidad (normalmente muy baja), te bebes el contenido de la botella y devuelves la botella al carrito para que el encargado la rellene.

y luego intentas con todas tus fuerzas no contraer cólera
A eso sí que no nos atrevimos; ni siquiera Iris llegó a usar ese servicio, y eso que bebimos cierta cantidad de agua del grifo (depurador automático mediante).


Eh bien, seguiré contando otro día que tengo clase. ¡Salud!

jueves, 12 de abril de 2012

India (3)

Hace ya tiempo que dejé a medias mi relato de la India. Hoy trataré de hacer memoria y contaros un poco más de nuestras andanzas.

Decíamos ayer que habíamos comido en una casa de comidas en lo alto de un edificio, con su particular sentido de la higiene. Después de aquello visitamos el Sabarmati Ashram, la residencia de Mahatma Ghandi durante 12 años, y también el punto de partida de su "Marcha de la Sal".

Para hacerse una idea, Ghandi usó esta residencia como lugar de meditación a la par que escuela de oficios en el período anterior a la rebelión (pacífica) contra el Imperio Británico. Con sus enseñanzas buscaba la iluminación y   el valor, tanto para sí como para sus compatriotas, lo que a su vez llevaría a una autosuficiencia de la India que permitiría librarse del yugo imperial.

Hoy día, el Ashram es un museo con relativamente poco interés, en el que se puede observar una exposición sobre la vida de Ghandi, comprar libros y visitar sus habitaciones, en las que quedan algunos útiles y una rueca en la que este hombre se tejía su propia ropa. Además de un par de edificios, el recinto tiene un jardinzuelo que da al río, jardinzuelo que contiene una estatua del pensador.


donde los guiris se hacen fotos, claro

Lo verdaderamente interesante estaba en una dependencia aneja: una ONG trabajaba con niños de los slums, los barrios de chabolas (por cierto, allí es donde tiene lugar el proyecto de fin de carrera de Iris). Cuando nosotros pasábamos por allí, ellos estaban terminando una clase o algo así; a continuación algunos se iban juntos al servicio religioso y otros se volvían a casa (serían musulmanes, me imagino; en Ahmedabad hay un montón y creo que los demás eran hindúes [ojo, no confundáis hindú con indio; una cosa es la religión y otra la nacionalidad. Si quedan dudas con los indios americanos sugiero llamar a estos "amerindios"]). El caso es que en ese momento había un ciento de infantes de seis a doce años, y al vernos ¡se volvieron locos! Nos rodearon, nos preguntaban ¿güich countri?, nos daban la mano, reían, gritaban, nos decían su nombre, admiraban el pendiente en forma de llave que llevaba Constanza, y cuando empezamos a sacar fotos no sabían que hacer para salir en el máximo número de ellas.


Como me he criado en Vigo, ciudad navajera y drogata, en cuanto los chavales se agolparon en torno a nosotros una vieja fibra me puso en guardia, me subió un poco de adrenalina: estar rodeado me agobió un poco, vaya. Pero la alegría infinita e infinitamente pura de estos niñitos, que no poseen nada y que por el esfuerzo de unos voluntarios tienen la oportunidad de salir del pozo social en el que han nacido, derritió todas las barreras que yo levantase. Estos niños no querían dinero, no esperaban nada de nosotros. El mero hecho de vernos y tocarnos era para ellos mágico. Os prometo que es más sobrecogedor eso que cualquier monumento que haya visto en mi vida. Y tengo cable.

Ahh... En fin, ese día acababa, y llegaba el momento de preparar la cena española para los compañeros de piso de Iris.

Aquí he de hacer un paréntesis. A la sazón, Iris vivía con las siguientes personas: Arno, alemán de Alemania, Raphael, Oliver, Ramon y Michelle, suizos de Zúrich, Kaylyn y Thomas, yankis de América; Liam, inglés de Inglaterra, Raj, indio con pasaporte australiano, y Søren, chipriota-suizo-neerlandés de Sudáfrica. Sin embargo, antes y después de nuestra visita, tuvo otros compañeros adicionales, hasta un máximo de 13. Vivían en un chalet con cuatro habitaciones, a razón de cuatro camas por habitación. Una cocina, dos baños, un gran salón, terracilla y azotea. Muy apañado.

Todos estos muchachos eran muy majos en general. Arno, Raj y Kaylyn eran los más enrollaos y Oliver parecía un noble del siglo XIX al que se le hubiera ido la pinza y viviera totalmente inmerso en la cultura local, a lo Lawrence de Arabia. Sólo se vestía con dhoti y aparentaba estar todo el rato adormecido. Muy loco.

A estos paisanos les servimos pá amb tomata, gazpacho, morcilla de burgos, queso manchego, jamón ibérico y licor café. Fue muy gracioso porque, sajones ellos, querían cenar a las ocho, pero claro, latinos nosotros, estaba listo para las diez. Devoraron los productos de la tierra como lobos. Y les encantó. Como pa no.

Lo último reseñable es que descubrí el dueto mejicano Rodrigo y Gabriela, que se conoce que es muy popular en  EE. UU. y Canadá, y me encantó.

¡Otro día más y mejor!

domingo, 8 de abril de 2012

19 horas de cumpleaños

El viernes, Javier Cerviño cumplió 25 años (Lezana también, conste, e Iris al día siguiente). Para celebrar tamaño evento nos juntamos la guardia pretoriana y los alegres asociados en casa de Pablito y Bea, que se mudaron a la misma hace nada. El plan era churrascada por la tarde y luego marcharnos a Beluso (parroquia de Bueu), a la casa que el bueno de Cerviño (padre) ha convertido en un artículo de revista de viajes, para comer más y pasar la noche.

esta es la de Pablo y Bea
La casa de Pablo y Bea está cerca de Chaín (o de Gondomar. Sitios vigueses campestres) y es enorme para dos personas, con un hermoso jardincete (en Galicia esto se llama finca), dos pisos, cochera, cobertizo y barbacoa. Tienen incluso una huerta en proyecto, que me da que cuando la vuelva a ver estará produciendo ya. Vamos, está que te cagas. Es una casa fría, como todas las casas del Atlántico, pero no nos arredramos ante tales cosas. Para eso íbamos a hacer fuego. 

"Échale más de esto. Verás qué bien."
A eso de la una ya estábamos quemando leña, opinando sobre cuánta brasa nos iba a hacer falta para ocho quilos de churrasco y bebiendo la mejor cerveza de España. Y disparando con escopetas de bolas, poniendo música del Xabarín club y jugando con un boomerang... que acabé mandando al tejado segundos despés de que Pablo dijera: "el que lo guinse va a por él". No fui a por él. Me habría pillado la lluvia, por cierto.

Y es que como a las tres empezó a llover y recibimos la noticia de que los Montys (que celebraban el cumpleaños de Fudo... da igual, no os quedéis con los nombres), que a la sazón estaban en Cabo Home, se estaban mojando y por favor, si podían venir a compartir la casa. Compartir es vivir así que se vinieron. Aún tardaron un rato en llegar, con lo que pudieron disfrutar de nosotros comiéndonos nuestro churrasco mientras el suyo se estaba haciendo.

Burla burlando la sobremesa fue pasando, llegó Diego de un viaje y se nos unió, y en seguida fue hora de ir tirando para Beluso, parroquia de Bueu. Que ya iba cayendo la tarde y nos apalancábamos en el salón. Total que para Beluso tiramos, previa parada técnica en Vigo. Antes se tardaba una hora y media en llegar; ahora, con la vía rápida (AKA la carretera de la muerte) se hace mucho más corto, en todo caso llegamos ya de noche y rápidamente preparamos la cena.

"Exquisito!"
Cerviño, cocinero por tradición familiar, nos cebó a base de bien: empanada, tortilla, ensalada, una tabla de jamón de Teruel, otra de ibéricos y otra de quesos, escalopines al Cabrales ,arroz al romero por si alguien se quedaba con hambre... Todo regado con cerveza y un par de botellas de sidra. A eso hay que añadir las tartas que Li dispuso con las velas, las cuales sumaban un número que podría o no haber sido el correcto. En todo caso el homenajeado las sopló y le cantamos Cumpleaños Feliz.

Y hablando de cantar, Javi se llevó la flauta travesera, Li la guitarra eléctrica y Lucas la trompeta y amenizaron la velada a ratos. A otros ratos jugamos al Trivial, al Scattergories o al Guitar Hero, charlamos sin más y bebimos gintonics (o licor café o cubalibres, según). Hasta hubo un amago de partida de rol, que quedó en unas cuantas hojas de personaje.


Nos acostamos a las siete de la mañana, hora arriba o abajo, en pura tradición de Beluso (parroquia de Bueu). Estuvo genial.