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lunes, 22 de abril de 2013

The bear and the maiden fair

El capítulo 3 de la tercera temporada de Juego de Tronos usa la siguiente canción para los créditos finales, después de una escena particularmente impactante:


Que es una versión de la canción El oso y la doncella, que suele aparecer en los libros. Anteriormente, en mitad del capítulo, una compañía de soldados la canturrea por el bosque, a capella, claro.

Este amor por los detalles mola, tanto en los libros originales como en la serie. Y al contrario que otra gente, no me parece mal una canción moderna y cañera para una serie seudomedieval. Encima, si es en los créditos, no problemo.

jueves, 18 de abril de 2013

La Bola del Mundo

En diciembre fui de monte con el tío Fols (conocido también como Luis Reguera) y su amigo Miguel Pacho, ambos leoneses. La ruta elegida era la Cuerda Larga, que son 16 km de crestear entre Madrid y Segovia empezando en el puerto de Navacerrada. Fols fue muy insistente en que unas polainas eran imprescindibles, porque, no sé si os acordáis, nevó la de mi madre por estas fechas. También se puso un poco nervioso respecto a mi capacidad senderista, sobre todo porque yo no me quise sobreestimar, ya que desde mi operación de menisco no había subido a la montaña. Se ve que el hombre tuvo malas experiencias, por supuesto, con chicas.


La zona ya la conocía yo de marzo de 2012, como ya conté en este blog. En esta ocasión íbamos a la otra vertiente, la este. A eso de las 10, ya no me acuerdo, estábamos en el aparcamiento de la estación de esquí, en el Folsmóvil, poniéndonos los aperos. Me dejaron un bastón de esquí y tiramos para arriba, y ya tengo las fotos de la escursión y por eso os cuento esto en mitad de la primavera. 

a ver si se aprecia: la nieve forma "plumas" al caer mientras sopla el viento, y son espectaculares

asín de niebla había
Había una niebla del quince, y después de la subida a la citada Bola, nos dimos cuenta de que, con los medios de que disponíamos, era imposible realizar la ruta. Sólo con un GPS o un guía que se la supiera de memoria evitaríamos perdernos, y no estoy tan seguro de lo del GPS. Nuestro gozo en un pozo, pensamos, y qué hacemos ahora, nos preguntamos unos a otros, puesto que llevábamos una hora y algo de caminata. Que, si bien había sido dura, por la nieve y la baja visibilidad, también resultó corta en distancia: en un día soleado habríamos visto claramente los restaurantes del puerto. 
Al final decidimos intentar el camino Schmidt, que es lo mismo que la vez anterior que estuve allí. De nuevo, el acceso al camino parecía la ciudad, por la cantidad de coches y gente que piensa que la montaña debería estar asfaltada y tener wifi. Por suerte, en cuanto se pone mínimamente difícil el paso se rajan el 80 por ciento, así que en seguida nos vimos más solos, y en media hora nos quitamos de encima a los rezagados. Sin embargo, entre pitos, flautas y paradas técnicas se nos estaba haciendo un poco tarde, y queríamos ver cumbre otra vez, así que tiramos por la línea de máxima pendiente para desembocar, de nuevo, en el Alto del Telégrafo (o por ahí). La ruta escogida era prácticamente virgen, o todo lo virgen que se puede ser allí. En todo caso la nieve estaba sin pisar, y el paisaje, en verdad os digo, era sobrecogedor, pues se trata de la cara norte:

y en cara norte se mantiene más tiempo la nieve
Acabamos comiendo casi en el mismo punto que en el cumpleaños de Jorge en marzo, pero con menos vistas por la mencionada niebla. El bocata de Fols era de chorizo o cabeza de lomo, no me acuerdo, y el mío, por no saltarnos las tradiciones, de queso con anchoas y tomate. 

Al bajar de nuevo al coche, encantados de la vida, decidimos que nos merecíamos un chocolate caliente, y así lo hicimos saber en el primer bar de carretera (muy glamuroso) que nos encontramos en la vuelta a Madrid. 

Viva la vida.

Enzo, Fols, y las Polainas de la Verdad



Comida de hoy (con receta)

Hoy tenía poco tiempo para preparar la comida para Adriano y para mí, y poco en la nevera. Así que tuve que improvisar un poco:

Cuscús de morcilla con huevo frito


Ingredientes:
Una morcilla asturiana, y si no, no lo hagas
Cuscús
Zanahoria, pero mejor manzana
Cebolla, claro
Un huevo

Preparación:
La piel de la morcilla no se come, se le quita. Sofríe todo (el cuscús no, animal), pero no olvides (como yo) que la zanahoria necesita más tiempo, o se queda dura. A mí se me quemó la cebolla por enternecer la zanahoria. Por suerte  a Adriano le gusta la comida... muy hecha. Creo que es mejor usar manzana; yo en todo caso lo rocié con azúcar para caramelizar la cebolla, que a la morcilla le va bien lo dulce (y lo que no, y todo).

Aparte, se cuece agua y se tira por encima del cuscús, a ojo. Es como arroz instantáneo. Más vale quedarse corto de agua que pasarse, que lo primero tiene arreglo. Una vez el cuscús se haya hinchado le añades el sofrito y mezclas. No hace falta sal, que ya lleva morcilla.

Fríe un huevo. Ponlo encima de lo otro. Limpia un poco el plato, que quede mono.

Si está todo negro es la morcilla. No temas.

et voilà

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repetí la receta un par de veces, ya con manzana:


aquí absorbió más grasa de la morcilla

aquí lleva berenjena y no lleva huevo. El perejil fue idea de Denis

domingo, 14 de abril de 2013

¡Manillar nuevo!

¡Le cambié el manillar a Margaret!



La operación fue subvencionada por Lucía Funes y Mimí Hurlé, y me costó un total de 66 euros:

Manillar de cuernos comosellame (todo tiene un nombre raro en el mundo de las bicis): 33 €
Manetas de freno nuevas, más cortas: 26 €
Cinta blanca: 7 €

Fue llevada a cabo en Ciclos Noviciado, un taller en una perpendicular a San Bernardo (como su nombre indica, à côté de Noviciado) donde son muy majos y cercanos, y encima eficaces: en cuestión de seis horas estaba listo. La llevé el viernes a mediodía, pero la recogí ayer a las once y media, después de mi examen.

Me cuesta un poco acostumbrarme a un manillar tan corto, pero es mucho más cómodo a la hora de manipularla, aparcarla y tenerla en casa. Los cuernos son bastante  prácticos, si bien me siento un pelo inseguro, porque los frenos están en la barra horizontal. Sobre todo me parecen guays para subir, cosa que debe ser evidente; para bajar las cuestas empedradas de Malasaña me dan un poco de miedo.

¡Eh bien, salud y República!

Comida de ayer

Ayer llegó la primavera pisando fuerte, con un sol de escándalo (habida cuenta la caca de días de la primera quincena de abril), y en Churruca, 3, Denis nos hizo una fideuá. La receta es de la madre de María, pero Denis aportó el detalle de usar fideos finos. Cosa que al parecer es algo que probó de crío y le había quedado en la memoria. Nos la plimplamos Denis, María, Raúl, Iris y yo.


La acompañamos con un alioli que preparó Raúl, esta vez con una receta de Jaime (el Artista) que usa leche, aceite y ajo no más:


En palabras de María (que es de Alicante), fue una de las mejores que ha probado nunca. Ciertamente estaba espectacular, con una textura ideal y un sabor intensísimo. Este chico, que es una joya.

Después del ágape nos fuimos a Toma Café, un pequeño local de moderneo del barrio, nos cogimos unos cafeses para llevar y nos los tomamos en la Plaza de las Comendadoras, disfrutando del sol y viendo a los críos jugar y boyescautear. Tan retrasada estaba la primavera, que todo Madrid se había salido a la calle con regocijo.

No os voy a aburrir, pero fue un diazo, que empezó con un examen, pasó por un paseo en bici y una comida excelente y acabó con unas cañas por Malasaña con Lezana, Cazcarra y otros. Un frescunzo, prácticamente.

P.D.: esta es la entrada número 100!

jueves, 11 de abril de 2013

Isaac Asimov: la saga de la Fundación

Como habéis podido ver en la barra de la izquierda, desde final del año pasado hasta hace poco me he dedicado exclusivamente a Isaac Asimov en cuestión de lectura. Esto fue provocado por la apertura en la biblioteca de la ETSIA de una sección de ciencia-ficción. Si bien lleva funcionando un par de años, nunca había sacado un libro de la misma, hasta que a finales de diciembre, atascado con Nuestra Señora de París, le decidí dar una oportunidad a Preludio a la Fundación. Y luego, ya en casa por Navidad, tomé Yo, Robot y Fundación de la biblioteca de mi padre, leyéndolos en cuestión de diez días. Entre los dos.

La saga esta, de la que quiero hablar, relata la caída del Imperio Galáctico en una galaxia (la nuestra) en la que el hombre es la única especie inteligente, en un tiempo muy avanzado en el futuro (unos 20000 años), y el posterior desarrollo de la Fundación, la facción protagonista. La acción se desarrolla a lo largo de varios siglos, mediante relatos cortos centrados en personajes que por una razón u otra se ven envueltos en los acontecimientos más relevantes de su tiempo. Así, tenemos a Salvor Hardin, primer líder político importante del planeta; Hober Mallow, el primer Alcalde extranjero del mismo; Lathan Devers, un comerciante que se ve obligado a actuar como agente secreto ante una invasión; Bayta Darell, la mujer que salva al planeta y la galaxia de una poderosa fuerza invasora; o su inquisitiva nieta, Arkady Darell; y la sombra del gran Hari Seldon, matemático y psicohistoriador, fundador de la Fundación (valga la redundancia), como una constante a lo largo de los libros. Estos personajes, por la estructura de los relatos, tienen que ser descritos en pocas páginas, o mejor en pocas palabras, y son sus actos, la manera de resolver las dificultades a las que se enfrentan, los que los definen y les dan profundidad. En general están en escena un corto capítulo, o dos, pero a medida que se suceden las novelas se va produciendo un cambio.

Para que me entendáis: lo primero que noté del último libro que empecé (y que aún no he terminado) es lo gordo que es. Los límites de la Fundación tiene 523 páginas, mientras que Fundación, el primero de la saga, cuenta con unas 200. Lo siguiente que noté fue que la narrativa era considerablemente más lenta y torpe, y que me contaba unos detalles que realmente no me interesan. Veréis, Asimov no describía el entorno, en sus novelas iniciales. Los inventos futuristas aparecían en escena cuando la trama lo exigía, no se apropiaban de la misma, y salían de plano discretamente hasta que el guión demandara chismes. Igualmente ocurría con los paisajes o los edificios. Si acaso se regodeaba en descripciones, estas eran siempre sobre culturas, o las expresiones de las mismas que reflejaban sus personajes: un diplomático venido de Trántor, el escenario de Kalgan, el planeta del ocio en que se desarrolla una secuencia... siempre son añadiduras al argumento, no argumento en sí. Y eso está bien, porque si no se hace muy pesado, y francamente, puede llegar a envejecer muy mal y que resulte ridículo 70 años después. Porque la primera novela, a todo esto, fue publicada en 1951, pero era una recopilación de relatos iniciada en 1942.

En cuanto Los límites... empezó a describir a Golan Trevize y sus putos cinturones de colores, me fui a la contraportada del libro y busqué la fecha de publicación: 1982. La respuesta a mi pregunta: don Isaac se hacía mayor.

si bien más estiloso


Leyendo la Wikipedia me he enterado de que escribió las secuelas (Los límites..., Fundación y Tierra) y precuelas (Preludio..., Hacia la Fundación) por presión de fans y editores, 30 años después de haberla dejado, si no cerrada, sí terminada. Claro, lo de los relatos cortos era la crema a principios del siglo XX, pero en los 80 ya no vendía, así que se marcó estos rollos patateros en los que cada personaje se desarrolla, no en 20 o 30 páginas, sino en 200. Asimov era bueno con historias cortas. Incluso su novela más famosa, Yo, Robot, es una colección de relatos (que, por cierto, os recomiendo ENCARECIDAMENTE que leáis) escritos para revistas de ciencia ficción; la aclamada El Fin de la Eternidad no sigue esta estructura, pero tiene 200 páginas (y mola bastante, por cierto). En general, lo que siempre me ha gustado del autor es su frescura y su ingenio, cualidades que resaltan en una historia corta, pero que en Los límites... se pierden en una trama que no me engancha (llevo más de un mes con el libro) y que considero demasiado mística  y lenta. Y encima, qué manía de meter los robots (apuesto a que también fueron exigencias editoriales) en una saga que estaba muy bien sin ellos whatsoever.

La moraleja de esta entrada es que os leáis las novelas (de esta saga) de los años 40 y 50, de verdad, pero que evitéis el resto, por mucho que os interese saber si el Segundo Imperio Galáctico llega a buen puerto o no. Ya os digo yo que, Hari Seldon mediante, tardará sólo mil años, que se os pasarán mucho más rápido que Los límites de la Fundación.

Que quede claro: Isaac Asimov era el p*** amo. Me encantan (la mayor parte de) sus novelas, pero es que encima se dedicó a escribir sobre divulgación histórica científica o lo que quieras. Se trataba de un hombre inteligente y culto, profesor universitario de bioquímica, que fue nombrado doctor honoris causa por varias universidades; era progresista, feminista, propalestino, y todo apunta a que bastante majo también.

martes, 9 de abril de 2013

Perdona, McCartney, tío

Vale, siento lo del otro día, Paul.





Al parecer estas dos canciones son de McCartney, con lo que debo rectificar y reconocer que también me flipan sus creaciones.
Ahora corred, poneos el Magical Mistery Tour, que es un discazo impresionante. ¡Yo me vuelvo al tajo!