Como habéis podido ver en la barra de la izquierda, desde final del año pasado hasta hace poco me he dedicado exclusivamente a Isaac Asimov en cuestión de lectura. Esto fue provocado por la apertura en la biblioteca de la ETSIA de una sección de ciencia-ficción. Si bien lleva funcionando un par de años, nunca había sacado un libro de la misma, hasta que a finales de diciembre, atascado con
Nuestra Señora de París, le decidí dar una oportunidad a
Preludio a la Fundación. Y luego, ya en casa por Navidad, tomé
Yo, Robot y
Fundación de la biblioteca de mi padre, leyéndolos en cuestión de diez días. Entre los dos.
La saga esta, de la que quiero hablar, relata la caída del Imperio Galáctico en una galaxia (la nuestra) en la que el hombre es la única especie inteligente, en un tiempo muy avanzado en el futuro (unos 20000 años), y el posterior desarrollo de la Fundación, la facción protagonista. La acción se desarrolla a lo largo de varios siglos, mediante relatos cortos centrados en personajes que por una razón u otra se ven envueltos en los acontecimientos más relevantes de su tiempo. Así, tenemos a Salvor Hardin, primer líder político importante del planeta; Hober Mallow, el primer Alcalde extranjero del mismo; Lathan Devers, un comerciante que se ve obligado a actuar como agente secreto ante una invasión; Bayta Darell, la mujer que salva al planeta y la galaxia de una poderosa fuerza invasora; o su inquisitiva nieta, Arkady Darell; y la sombra del gran Hari Seldon, matemático y psicohistoriador, fundador de la Fundación (valga la redundancia), como una constante a lo largo de los libros. Estos personajes, por la estructura de los relatos, tienen que ser descritos en pocas páginas, o mejor en pocas palabras, y son sus actos, la manera de resolver las dificultades a las que se enfrentan, los que los definen y les dan profundidad. En general están en escena un corto capítulo, o dos, pero a medida que se suceden las novelas se va produciendo un cambio.
Para que me entendáis: lo primero que noté del último libro que empecé (y que aún no he terminado) es lo gordo que es.
Los límites de la Fundación tiene 523 páginas, mientras que
Fundación, el primero de la saga, cuenta con unas 200. Lo siguiente que noté fue que la narrativa era considerablemente más lenta y torpe, y que me contaba unos detalles que realmente no me interesan. Veréis, Asimov no describía el entorno, en sus novelas iniciales. Los inventos futuristas aparecían en escena cuando la trama lo exigía, no se apropiaban de la misma, y salían de plano discretamente hasta que el guión demandara chismes. Igualmente ocurría con los paisajes o los edificios. Si acaso se regodeaba en descripciones, estas eran siempre sobre culturas, o las expresiones de las mismas que reflejaban sus personajes: un diplomático venido de Trántor, el escenario de Kalgan, el planeta del ocio en que se desarrolla una secuencia... siempre son añadiduras al argumento, no argumento en sí. Y eso está bien, porque si no se hace muy pesado, y francamente, puede llegar a envejecer muy mal y que resulte ridículo 70 años después. Porque la primera novela, a todo esto, fue publicada en 1951, pero era una recopilación de relatos iniciada en 1942.
En cuanto
Los límites... empezó a describir a Golan Trevize y sus putos cinturones de colores, me fui a la contraportada del libro y busqué la fecha de publicación: 1982. La respuesta a mi pregunta: don Isaac se hacía mayor.
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si bien más estiloso |
Leyendo la Wikipedia me he enterado de que escribió las secuelas (
Los límites...,
Fundación y Tierra) y precuelas (
Preludio...,
Hacia la Fundación) por presión de fans y editores, 30 años después de haberla dejado, si no cerrada, sí terminada. Claro, lo de los relatos cortos era la crema a principios del siglo XX, pero en los 80 ya no vendía, así que se marcó estos rollos patateros en los que cada personaje se desarrolla, no en 20 o 30 páginas, sino en 200. Asimov era bueno con historias cortas. Incluso su novela más famosa,
Yo, Robot, es una colección de relatos (que, por cierto, os recomiendo ENCARECIDAMENTE que leáis) escritos para revistas de ciencia ficción; la aclamada
El Fin de la Eternidad no sigue esta estructura, pero tiene 200 páginas (y mola bastante, por cierto). En general, lo que siempre me ha gustado del autor es su frescura y su ingenio, cualidades que resaltan en una historia corta, pero que en
Los límites... se pierden en una trama que no me engancha (llevo más de un mes con el libro) y que considero demasiado mística y lenta. Y encima, qué manía de meter los robots (apuesto a que también fueron exigencias editoriales) en una saga que estaba muy bien sin ellos
whatsoever.
La moraleja de esta entrada es que os leáis las novelas (de esta saga) de los años 40 y 50, de verdad, pero que evitéis el resto, por mucho que os interese saber si el Segundo Imperio Galáctico llega a buen puerto o no. Ya os digo yo que, Hari Seldon mediante, tardará sólo mil años, que se os pasarán mucho más rápido que
Los límites de la Fundación.
Que quede claro: Isaac Asimov era el p*** amo. Me encantan (la mayor parte de) sus novelas, pero es que encima se dedicó a escribir sobre divulgación histórica o científica o lo que quieras. Se trataba de un hombre inteligente y culto, profesor universitario de bioquímica, que fue nombrado doctor honoris causa por varias universidades; era progresista, feminista, propalestino, y todo apunta a que bastante majo también.