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jueves, 18 de abril de 2013

La Bola del Mundo

En diciembre fui de monte con el tío Fols (conocido también como Luis Reguera) y su amigo Miguel Pacho, ambos leoneses. La ruta elegida era la Cuerda Larga, que son 16 km de crestear entre Madrid y Segovia empezando en el puerto de Navacerrada. Fols fue muy insistente en que unas polainas eran imprescindibles, porque, no sé si os acordáis, nevó la de mi madre por estas fechas. También se puso un poco nervioso respecto a mi capacidad senderista, sobre todo porque yo no me quise sobreestimar, ya que desde mi operación de menisco no había subido a la montaña. Se ve que el hombre tuvo malas experiencias, por supuesto, con chicas.


La zona ya la conocía yo de marzo de 2012, como ya conté en este blog. En esta ocasión íbamos a la otra vertiente, la este. A eso de las 10, ya no me acuerdo, estábamos en el aparcamiento de la estación de esquí, en el Folsmóvil, poniéndonos los aperos. Me dejaron un bastón de esquí y tiramos para arriba, y ya tengo las fotos de la escursión y por eso os cuento esto en mitad de la primavera. 

a ver si se aprecia: la nieve forma "plumas" al caer mientras sopla el viento, y son espectaculares

asín de niebla había
Había una niebla del quince, y después de la subida a la citada Bola, nos dimos cuenta de que, con los medios de que disponíamos, era imposible realizar la ruta. Sólo con un GPS o un guía que se la supiera de memoria evitaríamos perdernos, y no estoy tan seguro de lo del GPS. Nuestro gozo en un pozo, pensamos, y qué hacemos ahora, nos preguntamos unos a otros, puesto que llevábamos una hora y algo de caminata. Que, si bien había sido dura, por la nieve y la baja visibilidad, también resultó corta en distancia: en un día soleado habríamos visto claramente los restaurantes del puerto. 
Al final decidimos intentar el camino Schmidt, que es lo mismo que la vez anterior que estuve allí. De nuevo, el acceso al camino parecía la ciudad, por la cantidad de coches y gente que piensa que la montaña debería estar asfaltada y tener wifi. Por suerte, en cuanto se pone mínimamente difícil el paso se rajan el 80 por ciento, así que en seguida nos vimos más solos, y en media hora nos quitamos de encima a los rezagados. Sin embargo, entre pitos, flautas y paradas técnicas se nos estaba haciendo un poco tarde, y queríamos ver cumbre otra vez, así que tiramos por la línea de máxima pendiente para desembocar, de nuevo, en el Alto del Telégrafo (o por ahí). La ruta escogida era prácticamente virgen, o todo lo virgen que se puede ser allí. En todo caso la nieve estaba sin pisar, y el paisaje, en verdad os digo, era sobrecogedor, pues se trata de la cara norte:

y en cara norte se mantiene más tiempo la nieve
Acabamos comiendo casi en el mismo punto que en el cumpleaños de Jorge en marzo, pero con menos vistas por la mencionada niebla. El bocata de Fols era de chorizo o cabeza de lomo, no me acuerdo, y el mío, por no saltarnos las tradiciones, de queso con anchoas y tomate. 

Al bajar de nuevo al coche, encantados de la vida, decidimos que nos merecíamos un chocolate caliente, y así lo hicimos saber en el primer bar de carretera (muy glamuroso) que nos encontramos en la vuelta a Madrid. 

Viva la vida.

Enzo, Fols, y las Polainas de la Verdad



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