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miércoles, 30 de septiembre de 2020

Kant y la ética de los ingenieros

Cuando tenía diecisiete o dieciocho años, en clase de filosofía de segundo de Bachillerato, descubrí a Immanuel Kant. Prácticamente todo lo que sé de filosofía se lo debo a ese maravilloso profesor, Jorge Pérez Yagüe, un auténtico sabio que podía explicarnos la teoría de la Relatividad o la teología de San Agustín indistintamente. Años después intenté leer la Crítica de la Razón Práctica, en dos ocasiones. La primera vez no pasé de las primeras páginas; la segunda aguanté cien páginas antes de sucumbir ante la horda de oraciones subordinadas, no sin antes comprobar por mí mismo la extraordinaria profundidad de las tesis. Por tanto, en todo lo que sigue, sabed que he leído las fuentes, pero me fundamento en las enseñanzas de mi profesor.

El pensamiento de Kant tiene dos puntos principales: la deconstrucción del funcionamiento de nuestro pensamiento (la razón pura) y la aplicación de nuestro pensamiento de manera práctica (la razón práctica); la segunda de ellas se considera la moral kantiana y es de la que quiero hablar.

La razón práctica, discutida de modo impecablemente pedante en la crítica del mismo nombre, se puede resumir en un "imperativo categórico" expresado de dos modos equivalentes;  uno de los cuales reza así:

Actúa siempre de modo que tomes a la humanidad, tanto en otros como en ti mismo, como fin y no como mero medio.

La otra enunciación del imperativo categórico es algo más compleja, pero viene a decir "trata a los demás como quieres que te traten a ti", con el corolario "no seas capullo y finjas que crees que esta cosa loca que solamente te gusta a ti les va a gustar a los demás". En fin, creo que la idea está clara. Lo interesante del pensamiento kantiano es que esta regla moral no está supeditada a un fin. Es decir, no es una llave con la que acceder a un premio, ni un consejo para triunfar en la vida. Es, simplemente, lo que Kant considera que es la mayor expresión posible de libertad de un ser inteligente; la única manera en la que se puede actuar si uno sigue un proceso lógico. Es, por tanto, una conclusión lógica basada en la razón, es decir, una verdad. A no ser que podáis encontrar fallos en la lógica de Kant (buena suerte en esa labor).

En mi (admitámoslo, corta) vida laboral me he encontrado con numerosos ingenieros e ingenieras ideológicamente agnósticos. Que consideran que todos los políticos son iguales, y el ejercicio de la política, estéril. Que piensan que los problemas de los países se resuelven con tecnócratas que trabajen duro (muchos ingenieros en España piensan que trabajar muchas horas es sinónimo hacer bien su trabajo) y con fríos conocimientos técnicos. Que desprecian las humanidades: la historia, la filosofía, la lengua y la literatura; aunque abrazan la seudociencia social de la Economía mediante el sempiterno MBA. Que no leen nada que no sea un manual, porque consideran que es una pérdida de tiempo.

Curiosamente, muchos, si no todos, estos ingenieros e ingenieras, han pasado por un proceso educativo extremadamente estricto (yo mismo he estado en exámenes con 66 % de suspensos, la mitad de los cuales eran ceros); la mayoría de ellos han estado un par de años más en la carrera de lo que esperaban cuando la empezaron. Y ese proceso toma mentes ya de por sí bien formadas y las educa en el rigor hasta el punto de la neurosis, en materias extraordinariamente complejas para cuya superación no es suficiente con hacerse una idea general. Es llamativo que este viaje deje a los egresados libres de todo espíritu crítico en el contexto moral y de humanidades, salvo el bagaje que cada uno tuviera cuando comenzó la carrera.

La gran mayoría de ingenieros e ingenieras que conozco es perfectamente capaz, desde el punto de vista intelectual, de entender a Kant (o, al menos, de entender el mensaje, explicado por un profesor de filosofía). También es capaz de discutir sus conclusiones y la aplicación práctica de su imperativo categórico. Y sin embargo, a menudo, este colectivo desdeña las consideraciones éticas por considerarlas poco prácticas o incluso irrelevantes. Y personalmente, sospecho que tiene mucho que ver con el pensamiento neoliberal, a cuyos proponentes no les interesa que la ética se interponga en el camino al dinero. Al patrón no le interesa que sus trabajadores cualificados piensen demasiado en la ética de sus actos, sino que produzcan ese trabajo puramente técnico y tremendamente lucrativo. Sobre todo para quien extrae la plusvalía: el precio de la hora de ingeniería tiene una distribución asimétrica respecto al aporte de valor.

Mi mensaje a mis compañeros de fatigas en el campo de la ingeniería es el siguiente: sois parte de la intelligentsia. Las humanidades, y en particular la ética, son campos que os esperan con los brazos abiertos, si los tratáis con el mismo respeto que al Álgebra de primero de carrera. Y, del mismo modo que parecía que eso de las matrices no iba a ningún lado, pero luego resulta que todo en ingeniería es invertir matrices de autovalores de 30 x 30, creo que concordaréis conmigo en que, en la vida, todo es aplicar el imperativo categórico de Kant. Es vuestra responsabilidad como individuos pensantes, y realmente es el pleno ejercicio de vuestra libertad individual, el actuar de modo que toméis a la humanidad, tanto en otros como en vosotros mismos, siempre como fin y nunca como mero medio.

domingo, 7 de junio de 2020

Cafectuosamente: Marcilla y Bonka


El primero de los cafés de esta entrada es el Marcilla Gran Aroma, de tueste, por supuesto, natural. Nos terminamos el paquete y aún no sé a qué sabe. Nuestra conclusión es que es café. Sin embargo, es anodino, incluso un tanto insípido. Me parece muy apropiado para una oficina en la que la gente, cuando le preguntas "¿qué tal?", te contesta "aquí, de lunes", antes de dar un sorbo a su café con cuatro píldoras de sacarina y continuar su presentación de Power Point.

El paquete, eso sí, es muy cómodo.


El siguiente café comienza con el hándicap de ser una marca de Nestlé, Bonka. En general, huimos de los productos de Nestlé, porque la multinacional suiza es el mal, pero este café asegura ser de cultivo sostenible y tiene varios sellos de sostenibilidad. En aras de completar el estudio, decidí probarlo. Y cuál no sería mi sorpresa al ver que es uno de los mejores que hemos probado. Muy suave, con mucho cuerpo y con un matiz que yo llamé chocolatoso, pero el paquete dice que es de madera, y en cualquier caso está muy rico. Me da pena que no vaya a poder ser este el café que tome habitualmente, porque me ha gustado tanto como el Colombia de Hacendado.

Hasta la próxima y recordad: ¡café hervido, café perdido!

sábado, 6 de junio de 2020

No spicy


Acabo de hacer poha para desayunar. La poha es un aperitivo marati (de Maharashtra, el estado indio al que pertenece Bombay), que me chifla y que me resultó muy difícil de encontrar en nuestro último viaje. Por suerte, me traje varias bolsas del ingrediente principal, que son copos de arroz deshidratados. Hace años que los traje de India, y ocasionalmente los cocino. He pensado en compartir mi receta. Se puede tomar en cualquier momento del día, y si nunca habéis desayunado picante, es sorprendentemente agradable en días de calor como el de hoy en Madrid.

Lo primero es conseguir los copos, o un sustituto. Desconozco si se venden en España, y tiene pinta de que sean un poco complicados de hacer en casa (son granos de arroz ya cocido, aplastados y deshidratados). Se me ocurre que se pueden sustituir por arroz largo, cocido del día anterior y atemperado.


Suponiendo que tengáis los copos, hay que hidratarlos (en un colador bajo un chorro de agua) y reservarlos.

En una sartén, puse un poco de mantequilla a derretir, y en cuanto estuvo líquida añadí una cucharada de cominos enteros. Ojo con los cominos que se queman enseguida. Luego, corté cebolla* (en este caso roja porque era la que tenía, da un poco igual) en cachos pequeños y la añadí, al igual que dos cayenas machacadas. En palabras de Iris, esto le dio "el toque de picante perfecto", pero, claro, ella vivió en India. Para el español medio, seguramente estuviera absurdamente picante para un desayuno. Si no te gusta mucho el picante, sugiero poner las cayenas enteras y retirarlas antes de servir.

Cuando la cebolla se doró, añadí un puñado de cacahuetes. Solamente al final se echan los copos de arroz, y yo también aproveché mi fondo de armario oriental para añadir una cucharada de garam masala. Que si no tienes, no pasa nada (puedes conseguir un efecto similar con pimienta, nuez moscada y clavo).

Recordad que para ser auténtico, se ha de comer con la mano, en cuyo caso no os toquéis la cara luego, que lleva cayena. Recomiendo acompañar con masala chai hirviendo bebido en vasos de chupito.

Namastë!

*En India también comimos a veces aloo poha, que cambia la cebolla y cacahuetes por patata, pero a mí me gusta menos.


domingo, 10 de mayo de 2020

Cafectuosamente: Hacendado Espreso Crema Crema

El domingo pasado, como concesión por el día de la madre, preparé un descafeinado en la cafetera italiana. La otra opción de descafeinado es esa ponzoña de los sobres, que debería estar prohibida. La marca vuelve a ser Hacendado y el sabor es "3-Medio".


No sabía a nada especial, pero confirmo que es café. Incluso engañó a la adicción.

Por otro lado, este fin de semana hemos empezado otro paquete más de Hacendado:

ya viene pisando fuerte: "CREMA CREMA"
En cuanto lo abrí, quedó claro en seguida que se trataba de otro nivel a los dos anteriores. Para empezar, el olor es más penetrante y más apetitoso. Además, la molienda es más fina, casi como canela:

casi como CREMA CREMA
Este, al igual que los dos anteriores, lo tomé con leche Únicla (vacas felices) entera (arterias felices). Es el primero que me ha gustado de verdad. Un sabor intenso a café de verdad, sin matices agrios y con fuerza. ¡Hurra! He podido establecer una comparación. Seguro que si sigo así convergeré al café perfecto.

sábado, 2 de mayo de 2020

Cafectuosamente

Hola, soy Enzo Garabatos y soy adicto al café. Si no me tomo uno por la mañana estoy medio idiota hasta la hora de comer, y si no me tomo el de sobremesa no soy capaz de aguantar una reunión. He llegado a la conclusión de que no tengo que tomar cartas en el asunto, ya que no tiene contraindicaciones (al menos tomando tres al día como tomo yo). Además, si lo dejase y me desintoxicase, volvería a hacerme adicto en tres cafés. Prefiero la vida con café.

Sin embargo, para ser tan cafetero, no tengo nunca muy claro qué marca comprar. Hay un par de ellas que compro por inercia (Saimaza o Marcilla), y a menudo compro cafés por el hecho de ser fairtrade, respetuosos con la naturaleza y los productores, ya sabéis. Mientras viví en Inglaterra era básicamente mi vara de medir; en España esa "moda" no ha llegado y no hay facilidades para comprar este tipo de productos. Pero llegará, que ahí hay negocio.

En fin, que he decidido, por mi propio beneficio, empezar a evaluar los cafés que compro y tomo en casa, aunque solamente sea para poder decidir cuál me gusta más. Vaya por delante que todos estos cafés han de ser de tueste natural (ni mezcla ni, mucho menos, torrefacto. El torrefacto es veneno), y que los hago en una cafetera italiana como dios manda, nada de nespresos ni mierdas. Las cafeteras semiprofesionales de café espreso son muy guays pero yo no tengo ni considero que sean necesarias para hacer buen café. La cafetera Bialetti es perfecta, en su sencillez, elegancia y funcionamiento.

Por otro lado, tomo el café con leche, largo de café. Leche de vaca. Para la gente preocupada por el bienestar de las vacas lecheras, sabed que comparto tal preocupación, habiendo visto de cerca las instalaciones ganaderas de Asturias. Por eso, hace un año y algo que compro leche de vacas "felices", o al menos que hagan gala de ello en el envase (perdonadme si no hago una campaña de investigación sobre las etiquetas de bienestar animal, eso lo dejamos para el año que viene). En cuanto a la gente que le echa "leche" de soja, pues allá vosotros, sarna con gusto no pica.

Sin más preámbulos, hablemos del primer café, que por ninguna razón en particular es de marca Hacendado, línea "Colombia", variedad "2 - afrutado y equilibrado". Preparado para la sobremesa de hoy y tomado con leche Unicla.

Bialetti OG
Afrutado, afrutado, no sé yo. Me parece un poco agrio. No me fascina; de hecho, me he tomado la taza entera mientras escribía esta entrada, prácticamente sin enterarme. Supongo que me ha quitado el mono.

Lo que es inaceptable es que el abrefácil se ha roto al abrirse. Aquí va un consejo para los diseñadores de envases: renunciad al abrefácil. Prefiero que sea difícil y vaya de cara, que el engaño de que va a resultar fácil. Me cago en mis muertos.

Hala, cuando abra el siguiente paquete compararé.

viernes, 3 de abril de 2020

Eneas

Era la hora bruja cuando lo vi por primera vez, después de un largo y extraño día en La Paz. Corrían los tiempos de la cuarentena, y todo el mundo llevaba mascarillas sanitarias que daban un calor insoportable. La espera había sido larga y el desenlace fue largo también en la noche que conocimos a Eneas.

Yo trataba de estar a la altura de las circunstancias y me enorgullezco de que no me pudieran los nervios, ni el cansancio. La última noche, entre las escapadas nocturnas de Iris, el calor y darle vueltas a la cabeza, apenas había dormido cuatro horas. El conductor que nos había traído a La Paz esbozó un rictus de disgusto al ver dos pasajeros (la cuarentena impide viajar excepto en solitario, salvo casos de fuerza mayor), hasta que comprendió nuestro motivo. Ese fue el único momento de contrariedad que yo me encontré hasta el temido momento de los empujones. El resto del día, a decir verdad, había sido mucho menos trepidante de lo que yo esperaba.

En el paritorio, al caer la tarde, todo se aceleró y cobró un cariz más visceral. Epidural, líquido amniótico de la ruptura de la bolsa, contracciones fuertes y una dilatación tan veloz que sorprendió a la propia matrona, pujos, sudor, sangre, esfuerzo. Fue entonces cuando empecé a tener miedo: ¿por qué tarda tanto? ¿Se está haciendo daño ella? ¿Se está haciendo daño él? ¿Tendrán que llevarla a quirófano? ¿Va a salir todo bien?

Entra y sale la matrona, vienen auxiliares con ominosas herramientas de frío metal y un manantial de gasas verdes, sale y entra la matrona, pujo tras pujo tras pujo, vienen dos ginecólogos, son muy jóvenes, ella empuja y se oyen las herramientas trabajar rápidamente, el ginecólogo pone su mano sobre la barriga de ella y empuja también, pujo, asoma una cabecita, pujo, pujo, y una masa de carne rosa, se diría que humeante, se precipita sobre ella, auxiliares lo limpian con paños calientes y ella, que se estaba rompiendo hace un minuto, que ha hecho el mayor esfuerzo que he visto hacer nunca, en ese momento, en la hora bruja, canta con una voz tan pura de alegría, tan tierna, tan desprovista de cansancio, dolor o incluso el recuerdo de este mediante el alivio:

"¡Hola! ¡Mi amor! ¿No querías salir? ¡Qué guapo eres!"

Con suavidad, la limpian, la curan, y como los tramoyistas de un escenario mágico, van desapareciendo en la noche, dejándonos solos a los tres. A ella, a mí, y a Eneas.


martes, 24 de marzo de 2020

A ambos lados de Tutatis

Se murió uno de los últimos baluartes del cómic francófono. Albert Uderzo se ha ido a los 92 años con Charlier y Giraud (Teniente Blueberry), Morris (Lucky Luke), Peyo (los Pitufos), Franquin (Spirou y Fantasio), Hergé (Tintin) y su inolvidable compañero René Goscinny. Astérix y Obélix están huérfanos de lápices y voz.

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Salut, Albert! Bienvenue au ciel! (Getty images)
El cómic francobelga en general, y Astérix en particular, han sido una constante en mi vida desde que aprendí a leer. Mi padre tiene todos los álbumes de Astérix, y mi tío Rafael prácticamente todos los de Tintín; desde bien pequeño yo sacaba los Lucky Lukes de la biblioteca de Soto de Luíña o la del Fontán de Oviedo, acompañado de mi abuelo o de mis tíos; ya algo mayor y por mi cuenta me aficioné al crudo realismo de Giraud y Charlier en Blueberry. Junto al romántico Príncipe Valiente de Hal Foster, la mayoría de estos títulos tenían en común, y en contraposición al cómic americano, la autoría continuada por parte del mismo equipo creativo (especialmente en el caso de Astérix y Tintín, hasta hace bien poco). Esto implica una acusada personalidad de las creaciones, intrínsecamente ligadas a la de los artistas. En los casos en los que el o los autores originales pasaban la batuta, lo hacían, normalmente, a una nueva generación debidamente adiestrada e instruida en el respeto al material original, cosa que en los tebeos de Marvel brilla por su ausencia.

Astérix y Obélix me han acompañado en todo momento, siendo el cauce habitual de complicidad con mi padre. A lo largo de numerosos viajes por Europa, caminábamos sobre las huellas de nuestros héroes, recitando diálogos de sus aventuras, intentando encontrar las tonterías de Camaracum y el bosque de los Carnutes. El genial dúo narrativo de Goscinny y Uderzo consiguió producir una obra que se mantiene fresca cuantas veces la leas, desde la más tierna edad hasta la más madura. Cada lectura permite encontrar un matiz, un juego de palabras, un guiño, un detalle pictórico nuevo. A medida que crezco, descubro mensajes nuevos en estos tebeos, sin que esos mensajes hicieran que, a los seis años, me apasionasen menos.

Hoy brindaré a la salud del cómic francés, de Astérix, Obélix y sus maravillosos creadores. Por Tutatis, Belenos y Belisana.

Repose en paix, Albert, René; on ne vous oubliera jamais. Merci pour tant de bons moments.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Consecuencias

Decía el lunes que esta crisis podía tener consecuencias positivas para nuestra sociedad. Algunas de ellas no se están haciendo esperar: en Madrid, la boina de contaminación se está haciendo más liviana y se duerme mejor porque hay más silencio. En Venecia, los canales están más claros y se han llenado de peces y cisnes. En Cerdeña, han vuelto los delfines a los muelles al reducirse el tráfico de ferris. Y, al parecer, las omnipresentes casas de apuestas que han proliferado en los últimos años corren el riesgo de quebrar.

Sirvan estos ejemplos de reflexión sobre lo mucho que hemos cambiado el mundo y lo poco que lo apreciamos día a día. Bueno, y los locales de apuestas que se vayan a la mierda.

lunes, 16 de marzo de 2020

Campechanía

Nos hemos enterado estos días de que Juan Carlos I el Campechano se lucró [presuntamente] ilegalmente con sus contactos en Arabia Saudí. Bueno, lo hemos confirmado [presuntamente], porque cualquiera con dos dedos de frente se lo podía imaginar. El tipo, incluso, [presuntamente] le dio un buen pico a su amante, la cual ahora le acusa de amenazas para que no lo contara.

La noticia acaso más sorprendente es que el siguiente Borbón, Felipe VI el Preparado, ha renunciado a su herencia (o a la parte "cuyo origen pudiera no estar en consonancia con la legalidad", que es una forma muy larga de decir "ilegal"), y le ha cortado el grifo a su viejo. Que ya era hora. Al parecer también, el Preparado conocía estos hechos desde hace un año, razón probable por la que el Campechano no tiene actividad institucional desde mayo de 2019, según él mismo se ha encargado de recordar en el comunicado de la Casa Real.

Os recomiendo leer las reflexiones de Nacho Escolar a este respecto. Las más interesantes para mí son el hecho de que el público general se entere ahora, en plena PANDEMIA!, y el que no se puede renunciar parcialmente o prematuramente (es decir, antes de la defunción que la ocasiona) a una herencia. Lo segundo significa que el Preparado solamente ha expuesto una declaración de intenciones, un "no pasa nada, yo controlo", sin ninguna validez legal.

Lo primero, es de suponer, es una manera de mitigar el impacto de esta noticia. Para empezar, puede que pase desapercibida para alguna gente concentrada en la cuarentena y en su estado de salud o el de sus seres queridos. Para continuar, incluso quien se indigne a este respecto poco puede hacer más allá de expresarlo en redes sociales. Obviamente, no habrá ninguna manifestación en contra de la monarquía. Por otro lado, los políticos no están ahora para hablar de este tema (bueno, a lo mejor los chalaos que mandan en Cataluña sí), con la responsabilidad que tienen ahora mismo sobre los hombros.

Sin embargo, entroncando con lo que dije ayer, la población española está ahora mismo en la jornada de reflexión más larga de la historia. Todos estaremos en casa quince días pensando en lo que queremos hacer al salir. La meditación ante la adversidad también incluye el juicio de los que se suponen representantes de todos los que la sufren. Me pregunto si en unos meses no nos acordaremos de que en Zarzuela nos amenizaron la primera jornada de cuarentena con relatos de corrupción y nepotismo.

A menudo, hablando sobre la República, me dicen que ese sistema costaría tanto, si no más, que la monarquía. Al margen de la verdad de esta afirmación, suponiendo que no se pudiera diseñar un sistema que ahorrase dinero, me parece que se pierde de vista un principio importante: lo que ganaríamos en dignidad.

domingo, 15 de marzo de 2020

Coronavirus

El miércoles o el jueves salía yo de trabajar y hacía un día estupendo. Sol sin quemar, los almendros en flor, multitud de pájaros (algunos poco frecuentes como verderillos o carpinteros rojos), y calma. Ya habían cerrado las universidades y colegios, pero aún no nos habían puesto en cuarentena, por lo que se veía gente por la calle, pero poca. La sensación general era de precavido sosiego.

En ese momento me embargó una inexplicable felicidad. Tras semanas duras en el trabajo, por motivos que no vienen al caso, llevaba un tiempo deprimido. Me notaba muy cansado al final de cada día y desde luego estaba preocupado, pagándolo a menudo con la pobre Iris, que ya tiene bastante llevando a Eneas dentro. Y sin embargo, la epidemia de coronavirus, de algún modo, puso las cosas en perspectiva. Ya no parecían tan graves mis problemas cotidianos, en parte; por otro lado, me pareció una vivencia insólita y fascinante.

No quiero frivolizar con el riesgo que entraña la pandemia. Sin embargo, creí ver en ese momento la oportunidad para nuestra sociedad de librarse de lo accesorio y valorar lo imprescindible, lo que nos hace humanos. La solidaridad. La alegría. Las ganas de hacer feliz a los demás. La perseverancia.

Por no hablar de lo sano que puede ser tener tiempo para meditar, leer, hacer trabajos manuales, preparar habitaciones de bebé... en definitiva, pausar y pensar.

Creo sinceramente que nuestra sociedad saldrá de esta más sana.