El fin de semana pasado me subí con el Artista a Soria, donde estábamos invitados por Lara y esperábamos ver también a Soria (de nombre Luismi). Nos cogimos el autobús en Avenida de América tres horas más tarde de lo que queríamos, por cosas de la vida, y el viaje duró un par de horas.
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el colmenar |
La primera noche la pasamos en una cabaña que el padre de Lara, Miguel Ángel, ha acondicionado a unos kilómetros de Soria para utilizarla como colmenar y como refugio zen. Está equipada con multitud de elementos "verdes": calentador de agua solar, otro par de mecanismos solares para producir miel o cera, un serpentín alrededor de la estufa para aprovechar mejor el calor... Todas las instalaciones son producto del trabajo de sus manos y una mínima inversión, y ya le han ofrecido una pasta por ella. Que, dicho sea de paso, espero que no acepte, porque lo que tienen allí es una pasada. Eso no lo paga el dinero.
En fin, ahí pasamos desde las 7 de la tarde hasta las 4 del día siguiente, charlando, paseando por los alrededores y desempeñando ocupaciones relajadas en general. Nos acompañaba Canela, una de las perras de la familia, que se pasó un buen rato de la noche ladrando a los corzos. Todo muy campestre, que ya sabéis que es la mejor vida. No, en serio.
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Lara y Jaime con mate y miel |
Al día siguiente visitamos Pedrajas, el pueblo donde esta familia veranea y posee una casa muy chula. Oh, y que está plagado de esculturas que en su mayor parte son obra del padre de Lara. Es un manitas. En la casa tenían un Renault 4TL como el que tuvo mi madre 21 años, amarillo también, esperando su renacimiento como un fénix cuando este hombre se ponga a ello. Y visto lo visto, algún día se pondrá.
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Calabazas, por Miguel Ángel Rodríguez |
Por fin tuvimos la oportunidad de reposar en la casa que tienen en Soria ciudad (39838 habitantes, muy familiar), conocer a la madre, Asun (yo la llamé Asunción y se rieron) y un poco más tarde al hermano, Miguel. Lara también tiene otra hermana llamada Marina, muy
curiosa ella, a la que ya conocíamos de antes y que también estaba allí. El caso es que todos nos caímos muy bien, y la conversación fue muy animada y ecléctica, desde Alejandro Magno a estrategias en caso de apocalipsis zombi.
Después de cenar nos marchamos de vinos con vistas a encontrarnos con las amigas de Lara y con Soria (Luismi. Esta sinonimia crea confusión), cosa que hicimos en el tradicional local El Lázaro, donde estuvimos hasta horas no tan avanzadas como insospechadas tomando del susodicho vinate. Vinate dulce, por añadidura. Jaime y Lara, y las amigas de ésta, tuvieron la oportunidad de conocer a los amigos de Luismi, que son de lo mejor de España, y por supuesto, siendo Soria (ciudad) pequeña (bueno, Soria persona tampoco es muy grande), en seguida comenzaron a salir a colación relaciones entre unos y otros, y hubo gran regocijo.
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Soria en Soria |
El fin de semana pasó deliciosamente entre convolutas conversaciones convenientemente combinadas con vino y con victoria del Barça frente al Madrid, que vimos sin prestar mucha antención ni comer mucha pizza, cosa extraña que se explica porque Doña Asun Escalada nos preparaba unas comidas cinco tenedores. Y tres platos. Esto es algo que ya noté en mi anterior visita a Soria, donde la madre de Soria (mierda, ¿se entiende o qué?) no paraba de servirme chuletas de cordero después de los calamares en su tinta con arroz y antes del postre que sería sucedido por un ciclópeo pedazo de tarta. En Soria, se come BIEN.
Incluso tuvimos tiempo de hacer un poquillo de turismo, visitando San Saturio y el Paseo del Mirón a escasos grados sobre cero. Un frío de esos que abrigan un montón, desde mi punto de vista.
En general, un viaje excepcional, con una compañía fuera de serie.