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sábado, 24 de diciembre de 2011

India (2)

Por fin habíamos llegado a Ahmedabad. Eran las siete de la mañana y en el pequeño aeropuerto de la capital de Gujarat los conductores de rickshaw se desperezaban, sin quitar el ojo de la puerta por la que salimos, en ávida busca de turistas que necesitasen ser llevados a la ciudad. Enseguida se acercaron a nosotros para convencernos de que no habría mejor manera de empezar el día que subiendo a sus triciclos motorizados. Es complicado quitártelos de encima, y aún no nos habíamos curtido en la tarea, pero prevalecimos. Al rato, que tal vez fuera corto, pero se me hizo infinito, llegó Iris, delgadísima, guapísima, radiante. Efusivos saludos procedieron como es menester, y montamos en el que era nuestro primer auto-rickshaw...

Si Bombay nos había asustado, Ahmedabad nos dejó anodadados. El tráfico en este país es demencial. No creo que sea capaz de expresarlo con palabras, pero lo intentaré:

"horn OK please"
La mayor parte de los vehículos son motocicletas de diversa cilindrada o rickshaws, con el ocasional coche (no eran especialmente antiguos, había también coches relativamente lujosos) o carro tirado por caballos, y una buena dosis de bicicletas. No existen los carriles ni la prioridad. A no ser que haya un guardia (lo que ocurre esporádicamente), es la ley del más rápido: si te das prisa en meterte entre dos coches antes de que pase el camión, pasas; si no, tal vez tengas que frenar, y, oh, debe ser un buen momento para tocar el claxon. Y ahora también, dale.

En serio, no sé qué función cumplen las bocinas en la India. Suenan sin cesar. La explicación más convincente es que la usan como los murciélagos: si el sonido vuelve es que hay un obstáculo en la proximidad y has de andar con ojo. O tal vez sea tu primo que te ha visto desde el otro lado.

Además, no acaban de coger lo del sentido de las calles. Es fácil ver una calle ancha, con una medianera para dejar claro que existen dos sentidos, y un par de finos carriles ad hoc, adyacentes a dicha medianera y en sentido opuesto al que les corresponde. O dicho de otra manera, un montón de gente en dirección contraria.

¿he mencionado ya que está lleno de motos?
El aire de la calle está extremadamente contaminado. Según Iris, es el país con el peor aire de la Tierra. Se junta que son muchísimos con que tienen todos moto. Mucha gente, si no lleva casco de moto (que se ve que no es obligatorio), lleva un pañuelo para no andar tragando humo como un bobo.

Durante ese viaje fue cuando vimos por primera vez el lado más pobre de la India. En una tapia de un solar, en una calle en medio de nada, vivían unas cuantas familias. Entiendo que no es lo mismo ser un sin-techo en India que en Polonia, pero era triste igual. Se podía ver a niñas pequeñas jugando semidesnudas entre la inmundicia... Eso no era bonito. Somos una sociedad tan consumista, y sin embargo permitimos que haya personas sin un techo bajo el que dormir.

Esa gente vive ahí.
En fin, por lo menos siendo como es el país, pueden sobrevivir con menos de nada. De cuando en cuando hablan de toda esa gente que vive "con menos de un euro al día", y aunque es un dato terrible, lo cierto es que hay países en que un euro al día da para mucho más de lo que pensamos. Lo que no quita que nadie se merezca vivir así. En la India hay un montón de pobres, pero no son ellos los que más te atosigan con ofrecimientos o peticiones. Aunque sí que nos pidieron limosna unas cuantas veces, los que se pasan de pesados son los comerciantes, de lejos. Los pobres casi parece que lo tengan asumido y se dediquen a lo suyo.

Bueno, como iba contando, al llegar a la zona de Iris, Constanza se fue a casa a dormir, y yo acompañé a mi novia a hacer fotocopias, momento en el que tuve la oportunidad de ver mi primera vaca sagrada. Que estaba, pues a lo suyo. En general las vimos quietas en un sitio haciendo mucho bulto, o comiendo basura con fruición. Esta en concreto estaba estando, y se dejó fotografiar. 

"Ni se te ocurra, morena, esta basura es mía"
Dormimos toda la mañana. Después de la gran travesía, nos lo merecíamos. Luego Iris nos llevó a comer a un sitio muy auténtico, un comedor en lo alto de una azotea (lo de estar en la azotea se ve que es muy típico, como luego constatamos) en que te ponen el plato del día: thali. Eso consiste en una bandeja de acero llena de comida (en boles o a pelo sobre la bandeja), absolutamente vegetariana, con gran incidencia de picante y unos panecillos como los de kebab para mojar. Puedes repetir lo que quieras, pero da igual, porque entre el calor, el picante y toda el agua que bebes por ese picante ("nou spaisi", no spicy mis pelotas), te llenas enseguida. También incluido en el menú había un dulce, que, como casi todos los que probé, estaba malísimo. Demasiado dulce. Toda esta cornucopia nos costó 70 rupias. Nou yuro, nou paun, nou dólar, indian rupis. ¡Un eurooooo! ¡Un P*** euro!

bebe, filliña, bebe
También vimos una rata, corriendo entre bastidores. Y la cocina era... la cocina era, eso es todo lo que se puede decir.

1 comentario:

  1. me he puesto al día con tu blog... espero que la señorita vuelva pronto a India para hacerle una visita, que entre sus historias y las tuyas, se me han puesto los dientes largos.

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