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martes, 2 de febrero de 2021

La azotea


La azotea de mi edificio, donde están los trasteros y los aparatos de aire acondicionado, mira al oeste, como la ventana de la cocina de mi abuela. En la azotea nunca hay nadie, aunque a veces hay ropa tendida de nuestros vecinos, que tienen un niño algo mayor que Eneas. Entre sábanas y pantalones ondea la ropita de Nico, jugueteando en el aire fresco.

Allí arriba siempre hay tranquilidad: los ruidos de los coches suenan distantes y amortiguados, como si estuviesen muy lejos. Y, como nunca hay nadie, es un buen sitio para leer, o para mirar a lo lejos y pensar. 

Desde la azotea se puede subir aún más, por una escalerilla de servicio, para mirar en todas direcciones. Se ven los rascacielos de Plaza de Castilla muy cerca, se ve la Torre Picasso, se ve mucho Madrid y algunas cosas que no son Madrid. Al noroeste, en el horizonte, está la sierra, muchos días entre la bruma, otros nítida, siempre apetecible.