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martes, 24 de marzo de 2020

A ambos lados de Tutatis

Se murió uno de los últimos baluartes del cómic francófono. Albert Uderzo se ha ido a los 92 años con Charlier y Giraud (Teniente Blueberry), Morris (Lucky Luke), Peyo (los Pitufos), Franquin (Spirou y Fantasio), Hergé (Tintin) y su inolvidable compañero René Goscinny. Astérix y Obélix están huérfanos de lápices y voz.

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Salut, Albert! Bienvenue au ciel! (Getty images)
El cómic francobelga en general, y Astérix en particular, han sido una constante en mi vida desde que aprendí a leer. Mi padre tiene todos los álbumes de Astérix, y mi tío Rafael prácticamente todos los de Tintín; desde bien pequeño yo sacaba los Lucky Lukes de la biblioteca de Soto de Luíña o la del Fontán de Oviedo, acompañado de mi abuelo o de mis tíos; ya algo mayor y por mi cuenta me aficioné al crudo realismo de Giraud y Charlier en Blueberry. Junto al romántico Príncipe Valiente de Hal Foster, la mayoría de estos títulos tenían en común, y en contraposición al cómic americano, la autoría continuada por parte del mismo equipo creativo (especialmente en el caso de Astérix y Tintín, hasta hace bien poco). Esto implica una acusada personalidad de las creaciones, intrínsecamente ligadas a la de los artistas. En los casos en los que el o los autores originales pasaban la batuta, lo hacían, normalmente, a una nueva generación debidamente adiestrada e instruida en el respeto al material original, cosa que en los tebeos de Marvel brilla por su ausencia.

Astérix y Obélix me han acompañado en todo momento, siendo el cauce habitual de complicidad con mi padre. A lo largo de numerosos viajes por Europa, caminábamos sobre las huellas de nuestros héroes, recitando diálogos de sus aventuras, intentando encontrar las tonterías de Camaracum y el bosque de los Carnutes. El genial dúo narrativo de Goscinny y Uderzo consiguió producir una obra que se mantiene fresca cuantas veces la leas, desde la más tierna edad hasta la más madura. Cada lectura permite encontrar un matiz, un juego de palabras, un guiño, un detalle pictórico nuevo. A medida que crezco, descubro mensajes nuevos en estos tebeos, sin que esos mensajes hicieran que, a los seis años, me apasionasen menos.

Hoy brindaré a la salud del cómic francés, de Astérix, Obélix y sus maravillosos creadores. Por Tutatis, Belenos y Belisana.

Repose en paix, Albert, René; on ne vous oubliera jamais. Merci pour tant de bons moments.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Consecuencias

Decía el lunes que esta crisis podía tener consecuencias positivas para nuestra sociedad. Algunas de ellas no se están haciendo esperar: en Madrid, la boina de contaminación se está haciendo más liviana y se duerme mejor porque hay más silencio. En Venecia, los canales están más claros y se han llenado de peces y cisnes. En Cerdeña, han vuelto los delfines a los muelles al reducirse el tráfico de ferris. Y, al parecer, las omnipresentes casas de apuestas que han proliferado en los últimos años corren el riesgo de quebrar.

Sirvan estos ejemplos de reflexión sobre lo mucho que hemos cambiado el mundo y lo poco que lo apreciamos día a día. Bueno, y los locales de apuestas que se vayan a la mierda.

lunes, 16 de marzo de 2020

Campechanía

Nos hemos enterado estos días de que Juan Carlos I el Campechano se lucró [presuntamente] ilegalmente con sus contactos en Arabia Saudí. Bueno, lo hemos confirmado [presuntamente], porque cualquiera con dos dedos de frente se lo podía imaginar. El tipo, incluso, [presuntamente] le dio un buen pico a su amante, la cual ahora le acusa de amenazas para que no lo contara.

La noticia acaso más sorprendente es que el siguiente Borbón, Felipe VI el Preparado, ha renunciado a su herencia (o a la parte "cuyo origen pudiera no estar en consonancia con la legalidad", que es una forma muy larga de decir "ilegal"), y le ha cortado el grifo a su viejo. Que ya era hora. Al parecer también, el Preparado conocía estos hechos desde hace un año, razón probable por la que el Campechano no tiene actividad institucional desde mayo de 2019, según él mismo se ha encargado de recordar en el comunicado de la Casa Real.

Os recomiendo leer las reflexiones de Nacho Escolar a este respecto. Las más interesantes para mí son el hecho de que el público general se entere ahora, en plena PANDEMIA!, y el que no se puede renunciar parcialmente o prematuramente (es decir, antes de la defunción que la ocasiona) a una herencia. Lo segundo significa que el Preparado solamente ha expuesto una declaración de intenciones, un "no pasa nada, yo controlo", sin ninguna validez legal.

Lo primero, es de suponer, es una manera de mitigar el impacto de esta noticia. Para empezar, puede que pase desapercibida para alguna gente concentrada en la cuarentena y en su estado de salud o el de sus seres queridos. Para continuar, incluso quien se indigne a este respecto poco puede hacer más allá de expresarlo en redes sociales. Obviamente, no habrá ninguna manifestación en contra de la monarquía. Por otro lado, los políticos no están ahora para hablar de este tema (bueno, a lo mejor los chalaos que mandan en Cataluña sí), con la responsabilidad que tienen ahora mismo sobre los hombros.

Sin embargo, entroncando con lo que dije ayer, la población española está ahora mismo en la jornada de reflexión más larga de la historia. Todos estaremos en casa quince días pensando en lo que queremos hacer al salir. La meditación ante la adversidad también incluye el juicio de los que se suponen representantes de todos los que la sufren. Me pregunto si en unos meses no nos acordaremos de que en Zarzuela nos amenizaron la primera jornada de cuarentena con relatos de corrupción y nepotismo.

A menudo, hablando sobre la República, me dicen que ese sistema costaría tanto, si no más, que la monarquía. Al margen de la verdad de esta afirmación, suponiendo que no se pudiera diseñar un sistema que ahorrase dinero, me parece que se pierde de vista un principio importante: lo que ganaríamos en dignidad.

domingo, 15 de marzo de 2020

Coronavirus

El miércoles o el jueves salía yo de trabajar y hacía un día estupendo. Sol sin quemar, los almendros en flor, multitud de pájaros (algunos poco frecuentes como verderillos o carpinteros rojos), y calma. Ya habían cerrado las universidades y colegios, pero aún no nos habían puesto en cuarentena, por lo que se veía gente por la calle, pero poca. La sensación general era de precavido sosiego.

En ese momento me embargó una inexplicable felicidad. Tras semanas duras en el trabajo, por motivos que no vienen al caso, llevaba un tiempo deprimido. Me notaba muy cansado al final de cada día y desde luego estaba preocupado, pagándolo a menudo con la pobre Iris, que ya tiene bastante llevando a Eneas dentro. Y sin embargo, la epidemia de coronavirus, de algún modo, puso las cosas en perspectiva. Ya no parecían tan graves mis problemas cotidianos, en parte; por otro lado, me pareció una vivencia insólita y fascinante.

No quiero frivolizar con el riesgo que entraña la pandemia. Sin embargo, creí ver en ese momento la oportunidad para nuestra sociedad de librarse de lo accesorio y valorar lo imprescindible, lo que nos hace humanos. La solidaridad. La alegría. Las ganas de hacer feliz a los demás. La perseverancia.

Por no hablar de lo sano que puede ser tener tiempo para meditar, leer, hacer trabajos manuales, preparar habitaciones de bebé... en definitiva, pausar y pensar.

Creo sinceramente que nuestra sociedad saldrá de esta más sana.